Las Aventuras de Josué en el Aula Mágica



Había una vez un niño llamado Josué Barre, que vivía en un pequeño pueblo lleno de risas y amigos. Cada día, Josué iba al colegio con su mochila de superhéroe y una sonrisa que iluminaba el camino. El colegio tenía algo especial: una aula mágica donde ocurrían cosas sorprendentemente divertidas.

Un día, al entrar al aula, el profesor Pedro, que llevaba unos zapatos enormes y coloridos, les dijo a los alumnos:

"¡Buenos días, chicos! Hoy, vamos a aprender sobre la ciencia del sonido."

Los niños exclamaron al unísono:

"¡Sí, profe! ¡Queremos aprender!"

De repente, un sonido extraño resonó en el aula. Era como el cantar de un pájaro, pero más fuerte. Todos miraron a su alrededor, confundidos.

"¿Qué fue eso?" preguntó Sofía, la compañera de Josué, mientras se rascaba la cabeza.

"No lo sé, pero suena divertido," respondió Josué, emocionado.

Fue entonces cuando la ventana se abrió de golpe, y entró una mariposa gigante con alas de todos los colores. La mariposa dijo:

"¡Hola, pequeños! Soy Aria, la mariposa mágica del conocimiento. Me dijeron que aquí aprenderían sobre el sonido. ¡Vamos a hacerlo juntos!"

Los niños se miraron con asombro y, antes de que pudieran decir algo, Aria los llevó volando fuera del aula hacia un bosque cercano.

"Pero, profe, ¡no puedo volar!" gritó Lucas, uno de los más tímidos.

"No te preocupes, sólo necesitas creer y divertirte. ¡Vamos!" animó Aria. Y así, cada niño, empujado por la emoción, seguía a la mariposa.

En el bosque, encontraron diversos instrumentos musicales. Aria les enseñó a hacer sonidos con elementos de la naturaleza.

"¿Escuchan eso?" dijo Aria mientras señalaba un tronco hueco. "Si golpean este tronco, hará un sonido especial. ¡Inténtenlo!"

Los niños, maravillados, comenzaron a golpear el tronco y a hacer música con todo lo que encontraban. Unos golpeaban piedras, otros hacían sonidos con hojas y entre risas, crearon una hermosa melodía.

"¡Esto es increíble!" gritó Sofía mientras bailaba al ritmo de la música.

De pronto, un ruido fuerte interrumpió la alegría. Un búho viejo y gruñón se acercó, y dijo:

"¡Qué escándalo hacen! ¿No saben que aquí vivo yo y no me dejan dormir?"

Los niños se asustaron, pero Josué tomó la palabra:

"Lo sentimos, señor búho. Solo queríamos hacer música. ¿No le gusta la música?"

El búho frunció el ceño y, tras una pausa, respondió:

"Bueno, a veces me gusta un poco. Pero si no me dejan dormir, no podrán volver a este bosque."

Josué pensó rápidamente y sugirió:

"¿Qué tal si hacemos una canción especial solo para usted, señor búho? Así podrá disfrutarla mientras duerme."

El búho, intrigado, asintió con la cabeza:

"Está bien, pero debe ser una buena canción."

Los niños se pusieron manos a la obra y, tras varios intentos divertidos, lograron crear una melodía que incluso hizo bailar al búho moviendo sus alas. Después de unos minutos, el búho, encantado, dijo:

"Es una gran canción, niños. Pueden volver al bosque cuando quieran, pero prometan no hacer demasiado ruido."

"¡Prometido!" gritaron todos a coro.

Agradecidos por la nueva amistad, los niños regresaron al aula, con Aria guiando su camino. El profesor Pedro los esperaba, emocionado por la aventura que habían tenido.

"¿Qué aprendieron hoy, chicos?" preguntó con una sonrisa.

Josué sonrió y dijo:

"Aprendimos que la música nos une, y que incluso un búho puede ser nuestro amigo si le damos felicidad. Además, la ciencia del sonido es divertida cuando jugamos con ella."

El profesor Pedro aplaudió y todos los niños lo imitaron, riendo y recordando su experiencia mágica. Desde ese día, cada vez que Josué iba al colegio, sabía que lo que se aprende en el aula puede ser aún más especial si se hace con amigos, diversión y un poco de magia.

Y así, las aventuras de Josué en el aula mágica continuaron llenas de risas, amistad y mucho aprendizaje.

FIN.

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