Las Aventuras de Juan y las Frutas Mágicas
En un colorido mundo donde las frutas no solo eran deliciosas, sino que además tenían vida propia, un joven llamado Juan soñaba con coleccionarlas. En su aldea, todos los niños hablaban de las increíbles habilidades que poseían las frutas mágicas: la fresa que podía volar, el mango que podía hacer aparecer agua de un chasquido y la piña que podía hacer crecer plantas a su alrededor.
Un día, impulsado por su curiosidad y su deseo de aventura, Juan decidió que debía encontrar estas frutas y coleccionar cada una de ellas.
"¡Hoy será el día en que consiga la primera!" - exclamó Juan, mientras se preparaba para salir de su casa.
Comenzó su búsqueda en el bosque cercano donde se decía que vivía la fresa voladora. Tras caminar un buen rato, escuchó un murmullo en el aire. Mirando hacia arriba, vio a una fresa roja y brillante que flotaba y danzaba entre las hojas.
"¡Hola, pequeña fresa! ¿Podés ayudarme? Quiero conocerte y coleccionarte" - dijo Juan con entusiasmo.
"¡Claro! Pero primero debes demostrar que eres amable y valiente. Necesito que ayudes a un amigo" - respondió la fresa.
Juan accedió y siguió a la fresa hasta un pequeño claro donde un arroyo había desbordado y una tortuga estaba atrapada en un tronco caído.
"¡Oh no!" - exclamó la fresa, "Por favor, ayúdala".
Juan, sin pensarlo dos veces, se metió en el agua fría y empujó el tronco con todas sus fuerzas. Después de un gran esfuerzo, logró liberar a la tortuga.
"¡Gracias, joven!" - dijo la tortuga, con voz tranquila y amistosa. "Como recompensa, te contaremos cómo encontrar frutas aún más poderosas".
La tortuga lo guió por un camino secreto que lo llevó al Valle de las Frutas, un lugar mágico donde las frutas deslumbraban con colores vibrantes.
Al llegar, Juan se quedó boquiabierto al ver a un mango gigante con un brillo dorado.
"¡Hola, joven aventurero!" - rugió el mango. "Soy el Rey Mango y puedo concederte un deseo, pero solo si me demostraste que vales la pena".
Juan, emocionado, recordó lo que había hecho con la tortuga y sintió que su corazón estaba lleno de valentía.
"¡Por favor, Rey Mango! Quiero tener la sabiduría de las frutas, para ayudar a otros".
"Tu deseo es noble, joven. Recibe mi sabiduría" - dijo el mango, mientras brillaba intensamente.
Al instante, Juan comenzó a comprender el idioma de las frutas.
"¡Increíble! ¡Ahora puedo hablar con todas las frutas!" - gritó Juan, lleno de alegría.
Con sus nuevos poderes, Juan exploró el valle y encontró a la piña, que lo invitó a plantar semillas de su interior.
"Cuando las plantes, crecerán árboles y podrás ayudar a tu aldea a tener más comida" - dijo la piña.
Después de varios días de aventura, Juan había coleccionado una variedad de frutas, cada una con su historia y su poder.
Finalmente, decidió regresar a su pueblo, llevando con él no solo las frutas mágicas, sino una gran lección sobre la amistad, la valentía y la solidaridad.
"Nunca imaginé que ayudar a los demás me llevaría a tan grandes aventuras y aprendizajes" - reflexionó Juan mientras miraba las frutas en su cesta.
Al llegar a su aldea, Juan comenzó a compartir su sabiduría y sus frutas, convirtiéndose en un joven respetado y querido por todos. Con cada fruta que compartía, también compartía un poco de la magia que había encontrado en su camino.
Y así, Juan no solo logró coleccionar frutas mágicas, sino que también aprendió que el verdadero poder está en ayudar y cuidar a los demás.
FIN.