Las Aventuras de Juan y los Juegos del Ayer



Era una hermosa mañana en el patio de la escuela de Juan. Con el sol brillando en el cielo y el canto de los pájaros como música de fondo, los chicos jugaban a la pelota mientras compartían un rato de risas y juegos. De repente, Juan se detuvo y miró a su alrededor un poco confundido.

"Seño, ¿cómo jugaban los chicos antes?" - preguntó con curiosidad.

La seño, una mujer cariñosa con una sonrisa amable, se agachó a la altura de Juan y le empezó a contar.

"Hace muchos años, no había celulares ni tablets. Los niños de entonces se divertían de formas muy distintas. Te contaré cómo jugaban los chicos de los pueblos originarios de Entre Ríos, donde también se celebraban muchas tradiciones y costumbres."

Los ojos de Juan brillaron al escuchar aquello.

"¿Y cómo jugaban?" - preguntó emocionado.

"Jugaban al aire libre, explorando la naturaleza. A veces inventaban juegos con pelotas hechas de trapo o piedras, y otros días hacían carreras entre ellos por el campo. También había un juego muy divertido que se llamaba ‘La rayuela’, donde dibujaban un tablero en el suelo con tiza. Al caer la tarde, se reunían alrededor de un fuego para contar historias de sus ancestros, algo que los unía mucho. ¡Era muy diferente a lo que hacemos hoy!" - explicó la seño.

Juan se imaginó a esos chicos de hace mucho tiempo, jugando con la tierra en los pies descalzos y risas que llenaban el aire. De repente, tuvo una idea.

"¿Y si hacemos un juego como los de antes?" - sugirió entusiasmado.

Los demás chicos se miraron sorprendidos.

"¿Qué tipo de juego?" - preguntó Sofía, una amiga de Juan.

"¡Podemos hacer un torneo de rayuela!" - exclamó Juan.

La seño sonrió.

"Me parece una excelente idea, Juan. Pero para hacerlo mejor, necesitamos recordar cómo se hace. Vamos a dibujar el tablero en el suelo y cada uno puede elegir un número para jugar. ¿Quién se atreve a ser el primero?"

Los chicos se agruparon, llenos de energía. Con tiza recogida de la clase de arte, trazaron el tablero en el patio. Todos estaban ansiosos mientras Juan explicaba las reglas.

"El objetivo es saltar de un número a otro sin pisar las líneas. Si lo logras, puedes tirar la piedra y seguir jugando. ¡Es como una aventura!"- indicó.

Cuando comenzaron a jugar, reían y gritaban de emoción. Juan se dio cuenta de que, aunque habían intentado hacerlo como en el pasado, lo que realmente los divertía era estar juntos.

Al final del día, con el sol empezando a esconderse, Juan se acercó a la seño.

"Seño, ¿puede ser que en el fondo, los niños de antes y nosotros, se parezcamos más de lo que pensamos?" - dijo mientras sonreía.

"¡Exactamente, Juan! Aunque cambiaron algunas cosas, la esencia de jugar y disfrutar entre amigos siempre será la misma. Cada generación tiene su forma de divertirse, pero lo que realmente importa es compartir esos momentos juntos." - respondió la seño con una mirada cálida.

Esa tarde, mientras los chicos se despedían, cada uno llevó consigo no solo el recuerdo del juego nuevo, sino también una sensación de conexión con el pasado. Juan concluyó que los juegos, sin importar la época, eran puentes que unían corazones y hacían la vida más divertida.

Y así, con la promesa de seguir explorando más juegos del ayer, Juan regresó a casa, contento y con la mente llena de aventuras.

FIN.

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