Las Aventuras de Juan y su Amistad con las Frutas
Era un día radiante en la ciudad de Buenos Aires, y Juan, un niño muy travieso y alegre, no podía esperar para salir a jugar al fútbol. Siempre vestido con su camiseta de su equipo favorito, comenzó el día haciendo piruetas en la vereda.
"¡Mira lo que puedo hacer!" - exclamó Juan mientras hacía una voltereta y aterrizaba de pie.
Desde pequeño, Juan había sido un niño lleno de energía. Sin embargo, había una cosa que siempre le había traído problemas: ¡no le gustaban para nada las frutas! A pesar de que su mamá le decía lo importantes que eran para su salud, Juan prefería comer golosinas y comidas rápidas.
Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, fueron sorprendidos por un enorme globo que caía del cielo. Cuando aterrizó, se dieron cuenta de que era un globo de frutas. Juan, curiosamente, se acercó para investigar.
"¿Qué es esto?" - preguntó Juan, mirando el globo que se abría.
Del globo salieron un montón de frutas que comenzaron a hablar.
"¡Hola, Juan!" - dijo una naranja, sonriendo con su brillo jugoso. "Nosotros somos las Frutas Mágicas y hemos venido a hacerte una propuesta."
"¿Frutas que hablan? Esto es un sueño" - dijo Juan, frotándose los ojos.
"No, no es un sueño. Te retamos a un partido de fútbol, pero con una condición: si ganas, te llevarás un gran premio. Sin embargo, si pierdes, tendrás que comer frutas todos los días durante una semana" - explicó una banana.
Juan, con su espíritu competitivo, aceptó el reto sin pensarlo dos veces.
"¡No hay problema, yo soy el mejor jugador de fútbol! ¡Vamos a jugar!" - exclamó, sintiéndose seguro.
El partido comenzó y, para sorpresa de Juan, las frutas eran muy buenas jugando al fútbol. Formaron un equipo y comenzaron a pasarse la pelota con una destreza increíble. Una fresa, un kiwi y una sandía se movían con alegría, entusiasmando a todos.
"¡No puedo dejar que estas frutas me ganen!" - decía Juan mientras corría tras la pelota. Pero a medida que avanzaba el partido, se dio cuenta de que no podía ganar solo.
"¡Chicos! ¡Ayúdenme!" - gritó a sus amigos mientras se agachaba para tomar aire.
"Claro, Juan!" - dijeron sus amigos, organizándose en el campo. "¡Vamos a ganar juntos!"
El equipo conformado por Juan y sus amigos se unió como nunca antes. A pesar de ser juguetes de frutas, las Frutas Mágicas jugaron limpio. El juego se hizo intenso; a cada momento, los amigos hacían acrobacias, dribles impresionantes y más goles. Las risas resonaban por todo el parque.
Pero, cuando llegó el último minuto, el marcador estaba empatado.
"¡Chicos, ahora o nunca!" - grito Juan, recordando que a pesar de ser travieso, debía aprender a trabajar en equipo. "Pasen la pelota y no se rindan!"
Con un último esfuerzo, lograron hacer un pase y ¡gol! Juan hizo un golazo, y los chicos de frutas no podían creerlo.
"¡Felicidades! ¡Ustedes son un gran equipo!" - dijo la naranja, aplaudiendo.
Juan, emocionado, no sabía si reír o llorar. Había ganado, pero ahora pensaba en la promesa.
"¿Puedo probar las frutas? Solo por curiosidad" - preguntó, mirando con interés la variedad de colores y aromas.
"¡Por supuesto!" - respondió la sandía, ofreciéndole un trozo.
Con algo de reticencia, Juan probó la fruta.
"¡Es deliciosa!" - exclamó sorprendido. Nunca había probado algo así.
Las Frutas Mágicas sonrieron y celebraron juntos.
"¿Ves lo genial que puede ser comer frutas?" - dijo la fresa. "Pueden ser parte de todas las aventuras, como jugar al fútbol y bailar. ¡No dudes en probar diferentes sabores!"
Desde ese día, Juan no solo se convirtió en un mejor jugador de fútbol, sino que también aprendió a amar las frutas. Al volver a casa, le dijo a su mamá:
"¡Mamá, quiero más frutas! Son ricas, ¡y me hacen sentir con más energía para jugar!"
Su madre sonrió, emocionada. Desde entonces, cada tarde en el parque se llenaba de risas, juegos y el delicioso sabor de las frutas.
Un día, mientras estaban todos juntos, Juan dijo: "Gracias, amigos. Hoy aprendí que a veces, las cosas que no nos gustan pueden ser más ricas de lo que pensamos, solo hay que darles una oportunidad."
Y así, Juan y sus amigos vivieron felices y saludables, llenos de aventuras donde las frutas siempre estaban presentes.
FIN.