Las Aventuras de Juanita, Rosita y su Unicornio en Chojñapata
En el mágico país de Chojñapata, donde los ríos cantan y las flores llevan gabardinas de colores, vivían dos amigas inseparables: Juanita y Rosita. Cada día, después de la escuela, ambas se aventuraban en el jardín de las flores, un lugar lleno de vida y maravillas.
Una mañana soleada, mientras saltaba alegremente entre las flores, Rosita dijo: "Juanita, ¿te imaginas si encontramos un tesoro hoy?".
"Sí, un tesoro de caramelos y dulces", respondió Juanita, riendo. Pero para ellas, el verdadero tesoro era su majestuoso unicornio llamado Arcoíris, quien siempre las acompañaba.
Arcoíris no solo era su mascota, sino también su guardián y amigo. Tenía un cuerno brillante que destellaba en colores vibrantes, haciendo que todo lo que tocara floreciera. Un día, mientras exploraban el jardín, Juanita tuvo una idea. "¿Y si buscamos un lugar especial donde las flores nunca dejan de brillar?".
Rosita asintió, emocionada. "¡Vamos, Arcoíris!". El unicornio, comprendiendo sus intenciones, empezó a volar suavemente hacia una colina cercana.
Al llegar a la cima, se encontraron con un misterioso arco iris que parecía descender hacia un lago cristalino. "¿Viste eso?", exclamó Rosita. "¡Es como si el arco iris nos estuviera llamando!".
"Debe ser un lugar mágico", dijo Juanita mientras se acercaban, con su corazón latiendo de emoción. Pero cuando se asomaron al lago, se dieron cuenta de que había un desafío. Una gran roca cubría el acceso al agua. "¿Cómo pasaremos?", se preguntó Rosita, un poco desanimada.
Arcoíris, siempre sabio, les sugirió: "Podemos intentar moverla juntas. ¡La amistad es nuestra mayor fuerza!". Inspiradas por su consejo, las dos amigas se tomaron de las manos.
"A la cuenta de tres, empujamos", dijo Juanita con determinación.
"Uno, dos, tres? , ambas gritaron al unísono. Con un gran esfuerzo, lograron mover la roca un poco, pero no era suficiente.
"¡Otra vez!", propuso Rosita. Y así lo hicieron una vez más, empujando con todas sus fuerzas mientras Arcoíris los animaba. Con una última vuelta de esfuerzo, la roca finalmente se deslizó y dejó el camino libre.
"¡Lo logramos!", gritaron juntas, llenas de alegría. Juanita corrió hacia el lago, donde las flores florecían cada vez más brillantes.
"Mirá, ¡hay hasta flores de caramelos!", exclamó Juanita. Ambas comenzaron a recoger algunas, disfrutando de su dulzura. Pero mientras lo hacían, comenzaron a escuchar un suave lamento.
"¿Qué es eso?", preguntó Rosita.
"Parece que alguien está triste", contestó Juanita. Al investigar, se percataron de una pequeña hada atrapada entre las ramas de una flor. "¡Ayuda!", gritó.
"No te preocupes, te rescataremos", dijo Rosita, decidida. Arcoíris, al verlas, les dio una idea. "Usen el cuerno para liberar a la hada, tiene poderes mágicos".
Las chicas se acercaron al hada y, con un toque suave del cuerno de Arcoíris, las ramas se abrieron y la hada quedó libre. "¡Gracias, valientes! No solo me ayudaron, también han salvado la magia de Chojñapata", dijo el hada, sonriendo.
"¿Cómo salvamos la magia?", preguntó Juanita curiosa.
"Cuando trabajaron juntas, demostraron el verdadero significado de la amistad. Sin eso, la magia de este lugar se desvanecería".
Las amigas agradecieron al hada mientras ellas expresaba su gratitud. Desde aquel día, cada vez que Juanita, Rosita y Arcoíris visitaban el jardín de las flores, disfrutaban de las deliciosas flores de caramelos y compartían mágicas historias con sus nuevos amigos. Y así, aprendieron que el verdadero tesoro no estaba en los caramelos, sino en la amistad, la colaboración y las aventuras que compartían.
Cada día era una nueva oportunidad para explorar y ayudarse mutuamente, lo que hacía que el país de Chojñapata fuera aún más maravilloso.
FIN.