Las Aventuras de la Banda Animal



En un bosque lleno de árboles altos y ríos cristalinos, vivía un grupo de animales muy especiales. Cada mañana, el sol brillaba y la Banda Animal, formada por Lía la liebre, Tito el tucán, Bruno el oso y Carla la tortuga, se reunía en un claro para planear su día de aventuras.

"¡Hola, amigos!" - exclamó Lía, saltando de alegría. "¿Qué vamos a hacer hoy?"

"¡Hoy quiero volar!" - dijo Tito, abriendo sus alas coloridas. "Tal vez podamos encontrar el Valle de las Nubes. He oído que es mágico."

"Pero, Tito, ¿cómo podremos llegar allí?" - preguntó Carla con curiosidad, desperezándose lentamente. "Yo no puedo volar como vos."

"No te preocupes, Carla. ¡Siempre encontramos la manera de hacerlo!" - respondió Bruno, dando suaves zancadas. "Podemos encontrar un camino que nos lleve cerca."

Así que decidieron ir en busca del misterioso Valle de las Nubes. Sin embargo, tenían que atravesar el río que separaba su bosque del valle. Al llegar al río, encontraron que el agua corría rápidamente.

"Oh, no. ¿Cómo cruzamos esto?" - dijo Lía, mirando el agua con preocupación.

"Esperemos un poco, quizás el agua baje" - sugirió Bruno.

Mientras esperaban, Tito, que era muy ingenioso, comenzó a buscar algo para construir un puente. Encontró un tronco caído y lo llevó a la orilla del río.

"¡Miren! Si empujamos este tronco hasta el otro lado, podemos cruzar por allí" - propuso Tito emocionado.

Bruno y Carla empujaron el tronco con todas sus fuerzas, y Lía, que era más ligera, se subió a él cuando llegó a la otra orilla.

"¡Lo hicimos!" - gritó Lía con alegría. "Ahora falta que cruce el resto."

Uno a uno, cruzaron el tronco y llegaron al otro lado. Sin embargo, al momento de seguir su camino, se dieron cuenta de que había un problema: un pequeño arroyo bloqueaba su sendero.

"Este arroyo no tiene agua, pero parece un gran obstáculo" - observó Bruno, mirando hacia la corriente seca. "¿Qué hacemos?"

"Yo sé qué hacer" - dijo Lía, después de un momento de pensarlo. "Podemos usar esas piedras para saltar de una a otra hasta llegar al otro lado."

Así, siguiendo el plan de Lía, comenzaron a saltar de piedra en piedra. Pero lo inesperado ocurrió: Carla, que iba un poco más despacio, perdió el equilibrio y cayó al arroyo.

"¡Ayuda!" - gritó Carla.

"¡Voy!" - dijo Bruno, acercándose rápidamente al borde. "Tomá mi pata, Carla!"

Con la ayuda de Bruno, Carla pudo salir del arroyo, aunque un poco empapada.

"¡Gracias, Bruno!" - sonrió, aunque un poco avergonzada. "¡Ahora tengo un buen cuento para contar!"

Reían y se ayudaban unos a otros, y finalmente lograron llegar al Valle de las Nubes. El lugar era precioso, con flores de todos los colores y nubes que parecían algodones flotando en el cielo. Tito voló alto y, desde allí, vio algo brillante.

"¡Chicos, miren!" - llamó Tito. "¡Hay un árbol gigante con frutos que brillan como el sol!"

"¿Podemos acercarnos?" - preguntó Lía, saltando de emoción.

Cuando llegaron al árbol, se dieron cuenta de que el brillo venía de una especie extraña de frutas.

"¿Qué serán?" - se preguntó Bruno, acercándose a un fruto. "Son hermosos, pero debemos tener cuidado."

"Voy a probar uno" - dijo Tito, llena de curiosidad. "¡Gracias por ayudarme a llegar hasta aquí, amigos!"

"¡Espera!" - exclamó Lía. "No sabemos si son comestibles."

Pero antes de que Tito pudiera tomar un bocado, una sombra oscura apareció de entre los árboles. Era un viejo y sabio búho llamado Dimas.

"¡Alto! No deben comer esas frutas sin saber lo que son" - advertía Dimas. "Tienen poderes mágicos, pero solo los pueden comer los que realmente lo necesitan."

Los animales se detuvieron y escucharon con atención. Dimas les contó sobre el poder de la amistad y cómo experimentar aventuras juntos era el verdadero tesoro.

"Los mejores regalos que podemos tener son nuestra valentía y la capacidad de cuidarnos unos a otros" - concluyó Dimas, guiñando un ojo. "El verdadero deleite está en el viaje, no en la meta."

Al final de la jornada, decidieron no comer ninguna fruta del árbol. En su lugar, volvieron a casa, felices y emocionados por las aventuras que habían compartido.

"Lo importante no son las frutas mágicas, sino lo que aprendimos hoy" - reflexionó Carla. "Con la ayuda de cada uno, podemos lograr cualquier cosa."

"¡Exacto!" - agregó Bruno con una gran sonrisa. "La amistad es nuestra verdadera magia."

Desde aquel día, la Banda Animal siguió teniendo aventuras, pero siempre recordando que juntos eran más fuertes y que los momentos vividos y compartidos eran mucho más valiosos que cualquier tesoro.

Y así, cada vez que se reunían en el claro, sus corazones se llenaban de alegría, sabiendo que tenían el mejor regalo de todos: la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!