Las Aventuras de la Escuela Aguada de Cuel



Era un hermoso día en la escuela rural Aguada de Cuel, donde los niños de 4 a 6 años llegaban contentos, listos para aprender y jugar. Tía Gloria y Tía Johana los esperaban con una gran sonrisa y una sorpresa especial.

- ¡Hola, chicos! - saludó Tía Gloria emocionada. - Hoy vamos a hacer algo distinto. -

- ¿Qué es, Tía Gloria? - preguntó Lucas, un niño con grandes ojos curiosos.

- ¡Vamos a salir al campo y recolectar elementos de la naturaleza para crear una obra de arte! - dijo Tía Johana.

- ¡Sí! - gritaron los niños al unísono, saltando de alegría.

Así que, con una canasta en la mano y muchas ganas de explorar, los niños y sus tías se adentraron en la hermosa pradera que rodeaba la escuela. Mientras caminaban, Juan, un niño muy observador, notó algo brillante entre las hojas.

- ¡Miren eso! - exclamó Juan.

- ¿Qué es? - preguntaron los demás.

- ¡Es una piedra de colores! - dijo mostrando el hallazgo.

- ¡Qué lindo! - comentó Tía Johana. - ¿Por qué no la llevamos para nuestra obra de arte?

Los niños continuaron recogiendo piedras de diferentes colores, ramas, flores y hojas. Al poco tiempo, sus canastas estaban llenas de maravillosos tesoros de la naturaleza.

De regreso en la escuela, Tía Gloria propuso un concurso:

- Hagamos dos grupos y cada uno creará su propia obra de arte con lo que recolectemos.

- ¡Oh! ¡Eso suena genial! - dijo Sofía, enérgicamente.

Los dos grupos se separaron y comenzaron a trabajar. Uno de los grupos decidió hacer un árbol gigante con las ramas, flores y piedras que habían encontrado. Mientras tanto, el otro grupo eligió hacer un sol radiante para decorar la pared.

- ¡Vamos, chicos! - gritó Juan mientras dibujaba el contorno del sol. - ¡Para que brille necesitamos muchas piedras!

- ¡Yo traigo más! - contestó Lucas, corriendo hacia la mesa de trabajo.

Sin embargo, cuando Lucas fue a buscar más cosas, un grupo de pájaros pasó volando y, asustados, algunos niños dejaron caer sus elementos.

- ¡No! - gritaron.

- ¡No se preocupen! - animó Tía Johana. - Aprender a trabajar en equipo significa también resolver problemas como estos.

Los niños se miraron y, juntos, decidieron que en lugar de rendirse, podrían usar lo que tenían para hacer algo aún mejor. Así que volvieron a juntar las piezas caídas y comenzaron a improvisar.

Con gran esfuerzo, creatividad y trabajo en equipo, al final habían construido dos obras de arte hermosas que reflejaban su día de trabajo en el campo.

- ¡Wow, chicos! - exclamó Tía Gloria. - ¡Esto es increíble!

- ¡Hicimos un sol brillante y un árbol gigante! - dijo orgullosamente Sofía.

Ambas actividades se llenaron de risas y aplausos mientras Tía Johana colgaba las obras en las paredes de la escuela.

Cuando todo estuvo listo, Tía Johana les dijo:

- Hoy aprendimos que en la vida, como en el arte, a veces todo no sale como lo planeamos, pero siempre se puede crear algo nuevo y hermoso.

- ¡Sí! - apoyó Juan, sonriendo.

Y así, todos regresaron a casa felices, no solo con obras de arte, sino con una valiosa lección de amistad, trabajo en equipo y creatividad.

FIN.

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