Las Aventuras de la Pandilla Chistosa
Era una tarde soleada en el barrio de Las Flores, Córdoba, donde un grupo de amigos se reunió para jugar. La pandilla estaba formada por Maru, la más divertida; Lucas, el inventor; Mateo, el futbolista; y Sofía, la más curiosa.
Un día, mientras jugaban al fútbol en el parque, Mateo se dio cuenta de que Maru no paraba de reír.
"¿Por qué te ríes así, Maru? Te estás riendo como loco" - le preguntó Mateo, esperando que compartiera el chiste del día.
"Es que me acordé de la vez que Lucas trató de enseñarnos a volar con sus inventos y terminó volando con un paracaídas hecho de sábanas" - dijo Maru entre risas.
"¡Eso fue épico!" - agregó Lucas, levantando las manos con orgullo.
Sofía, que estaba escuchando atentamente, dijo:
"¿Y si hacemos un invento loco? ¡Podríamos diseñar algo que nos ayude a hacer el fútbol más divertido!" - Su idea entusiasmó a todos.
Así que, decidieron convertir a Lucas en su científico loco y a Maru en la jefa de humor. Juntos, se pusieron a idear un invento que cambiaría la forma de jugar.
Lucas se metió en su garage, y con toda la parafernalia de herramientas que tenía, comenzó a trabajar. Al poco rato, empezaron a brotar ideas locas.
"¿Qué tal un balón que suelta chistes al patearlo?" - propuso Maru.
"O un balón que se infla cuando lo hacemos rebotar en el suelo y se desinfla cuando lo llevamos en la mano" - exclamó Sofía.
Mateo, mientras tanto, preguntó:
"Pero, ¿y si hacemos un balón que al patearlo, en vez de ir a la portería, ¡se va a la heladería a buscar un helado?" - Todos rieron a carcajadas por la locura de la idea.
"¡Eso sería increíble! Pero en realidad, nos quedaría un buen estirón de risa" - comentó Maru.
"Por eso yo me encargaré de ponerle la risa al balón" - dijo Lucas, mientras anotaba en una pizarra todos los planes.
Después de un par de días de risa y trabajo, finalmente, su invento estuvo listo. Se trataba de un balón especial que, al ser pateado, emitía unos divertidos ruidos de risa, contaba chistes cortos y salía una nube de colores.
El día de la prueba llegó. Invitaron a todos en la escuela a jugar al fútbol.
"¡Miren, está el balón!" - gritó Mateo mientras lo mostró.
Apenas Lucas pateó el balón, este empezó a contar un chiste:
"¿Por qué los pájaros no usan Facebook? ¡Porque ya tienen Twitter!" - Las risas se desataron en el parque.
Pero algo inesperado ocurrió: el balón decidió hacer de las suyas. Cada vez que lo pateaban, en lugar de ir hacia la portería, volaba locamente, soltando más chistes.
"¡¿Pero qué le pasa? !" - exclamó Sofía, riendo a carcajadas.
"¡Es un balón rebelde!" - dijo Lucas, intentando atraparlo.
"¡Parece que se quiere hacer famoso!" - bromeó Maru.
Finalmente, el balón aterrizó en el árbol más alto del parque. Todos miraban hacia arriba, al ver su invento resplandeciendo en la rama.
"¡Vamos a rescatarlo!" - dijo Mateo.
Pero el balón volvió a reír y susurró su chiste más divertido:
"¿Qué hace una abeja en el gimnasio? ¡Zum-ba!"
En ese instante, no pudieron resistir la risa. Entendieron que a veces lo más loco es lo que más se disfruta. Aunque no recuperaron el balón, disfrutaron la tarde contándose chistes.
Mientras se iban a casa, todos estaban de acuerdo:
"¡Vamos a seguir creando inventos locos!" - dijeron al unísono.
Y así, la Pandilla Chistosa siguió haciendo del barrio un lugar más alegre y divertido, recordando que lo importante no es ganar, sino disfrutar de cada locura juntos.
FIN.