Las Aventuras de la Princesita Samantha
En un reino lejano, donde los ríos cantaban y los árboles danzaban al viento, vivía la Princesita Samantha. Era una niña curiosa y valiente, conocida por su gran corazón y su inagotable energía. Cada mañana, se despertaba con una sonrisa y un entusiasmo que iluminaba su castillo. Samantha siempre soñaba con aventuras grandiosas, y cada día era una nueva oportunidad para explorar su mundo.
Un día, mientras paseaba por el jardín del castillo, se encontró con su mejor amiga, Lila, una pequeña hada de brillantes alas doradas.
"¡Samantha! ¿Te gustaría ir a la Montaña del Misterio? Dicen que allí hay un lago mágico que concede un deseo a quien se acerque a sus aguas."
"¡Sí, Lila! Debemos ir ahora mismo. ¿Qué esperamos?"
Ambas amigas partieron en un viaje emocionante. Recorrieron prados cubiertos de flores, cruzaron puentes de madera y saludaron a los animales del bosque.
En el camino, encontraron un viejo mapa lleno de dibujos extraños.
"¿Qué es esto?" preguntó Samantha, intrigada.
"¡Es un mapa del tesoro! Tal vez nos lleve a un lugar misterioso. ¡Vamos a seguirlo!" dijo Lila emocionada.
A medida que seguían el mapa, se dieron cuenta de que no era tan fácil. Tuvieron que resolver acertijos y superar obstáculos. En un momento, llegaron a un cruce de caminos.
"¿Cuál tomamos, Lila?" preguntó Samantha.
"¡El de la derecha! Siempre he tenido buen presentimiento sobre ese camino", decidió Lila, y así siguieron.
De repente, se encontraron con un gran dragón que custodiaba una cueva. El dragón parecía triste.
"¿Por qué estás tan triste, dragón?" preguntó Samantha con sinceridad.
"Porque nadie quiere jugar conmigo. Solo me ven como un monstruo, no como un amigo."
Samantha miró al dragón con compasión.
"No te preocupes, yo quiero ser tu amiga. ¿Te gustaría jugar a las escondidas con nosotros?"
"¿De verdad?" respondió el dragón, sorprendido.
Samantha y Lila propusieron un juego y, para su sorpresa, el dragón se unió. Jugaron y se divirtieron durante horas. El dragón descubrió que podía ser divertido y amistoso, y las chicas se dieron cuenta de que debajo de su aspecto temible había un gran corazón.
"Te agradezco, Samantha. Gracias a vos, ahora tengo amigas. ¡No todo el mundo es lo que parece!" dijo el dragón, sonriendo.
"Siempre hay más en cada ser que lo que los ojos pueden ver", agregó Lila, asintiendo.
Después de jugar, siguiendo el mapa, lograron llegar al lago mágico. Sus aguas brillaban como estrellas en la noche.
"¿Cuál va a ser nuestro deseo?" preguntó Lila.
"Deseo que todos sean amigos como nosotros, que vean más allá de las apariencias. Así nadie se sentirá solo", respondió Samantha con determinación.
Ambas lanzaron una piedra al agua, y al hacerlo, el lago resplandeció intensamente. En ese momento, sintieron una paz adentrarse en sus corazones, y una brisa suave acarició sus rostros.
De regreso al castillo, las tres se sintieron felices, sabiendo que el verdadero tesoro no era el deseo cumplido sino la amistad y la valentía que cada una había demostrado.
Juntas aprendieron que las lindas aventuras son aquellas que compartimos con quienes valoramos y que lo más importante es ver más allá de las apariencias. Desde aquel día, la Princesita Samantha, Lila y el dragón se convirtieron en los mejores amigos, y cada día buscaban nuevas maneras de compartir risas y alegrías en su reino lleno de magia y amor.
Y así, cada aventura estaba llena de descubrimientos, sonrisas y, sobre todo, de un valioso mensaje: la amistad puede surgir en los lugares más inesperados.
FIN.