Las Aventuras de la Proteína María
En un lugar muy lejano, dentro de un albergue lleno de colores y aromas, vivía una alegre proteína llamada María. Era una pequeña cadena de aminoácidos que soñaba con ayudar a su amiguito el cuerpo humano a sentirse f¬uerte y saludable. Un día, María se despertó emocionada porque había llegado el momento de salir de la comida y emprender su gran aventura.
"¡Hoy es el gran día!" - exclamó María.
Justo al lado, sus amigas la vitamina Ana y el carbohidrato Carlos la animaban.
"¡Vamos, María! ¡El cuerpo te necesita!" - dijo Ana con una sonrisa.
"Sí, no hay tiempo que perder. ¡A la boca!" - replicó Carlos saltando de emoción.
María se deslizó hacia la boca y, después de un suave masticado, sintió que todo se volvía más suave. Se mezcló con la saliva que liberaba enzimas que iban a ayudarla a descomponerse. María se sentía un poco nerviosa pero decidida.
"¡Adelante, María!" - la animó Ana desde la bolsa de comida.
De repente, se sintió absorbida y al instante, ¡WHAAM! Fue empujada hacia el esófago, donde conoció a su nuevo amigo, el Esfínter. Él le dio una cálida bienvenida.
"Bienvenida a la carretera del esófago. ¡Vas a ver que aquí te espera el estómago!" - le dijo el Esfínter moviéndose de un lado a otro.
Mientras viajaban, María comenzó a escuchar ruidos extraños y rápidas sacudidas. Cuando llegaron al estómago, María vio toda una fiesta de jugos gástricos listos para ayudarla.
"¡Hola, proteína Maria!" - gritaron los jugos cargados de ácido.
"¡Estás por vivir la experiencia de descomposición más emocionante de todas!" - le dijo un jugo, mientras empezaba a descomponerla.
"¡No te preocupes, vas a salir regenerada!" - añadió otro.
María sintió cómo se descomponía y se transformaba en pequeños pedacitos que podrían ser absorbidos. Al final, sintió un suave impulso hacia el intestino delgado, donde las cosas se pusieron aún más emocionantes.
"¡Soy un pedacito de aminoácido ahora!" - gritó María con alegría.
"¡Eso es genial! Aquí somos amigos, todos jugamos juntos. Como aminoácidos, nos infiltramos en las células" - dijo un vecino.
De repente, los villanos del camino, los desechos, intentaron detenerla, pero el impetuoso flujo de nutrientes hizo que María y sus amigos pudieran pasar con facilidad. Con cada empujón, se sentía más fuerte.
"¡Sigue adelante, María! ¡Vamos a hacer células de músculo y piel!" - gritó Ana.
Al llegar a las células, conoció a sus nuevos amigos, el Oxígeno y la Glucosa. Juntos hicieron un gran equipo y comenzaron a construir nuevos músculos.
"¡Yujuu! ¡Soy una proteína fuerte!" - exclamó María mientras se convertía en parte de un nuevo músculo.
Pero un día, mientras estaba trabajando, una sombra apareció en el horizonte. Era el Rey Azúcar, que quería que María solo trabajara para él y no para las células.
"¡María! ¡Ven aquí! Solo tienes que ser parte de mis reservas de energía!" - dijo el Rey Azúcar con una voz dulce pero engañosa.
María se mostró firme, "No puedo, Rey Azúcar, tengo un deber. Soy una proteína y mi propósito es ayudar a las células a crecer y mantenerse saludables."
El Rey Azúcar se rió, "Pero te haré sentir tan bien…"
"No!" - contestó con determinación. "Lo que me hace sentir bien es ayudar a mi cuerpo a crecer."
Y con esas palabras, María se mantuvo firme en su propósito, y el Rey Azúcar se desvaneció, impotente. María siguió trabajando y se convirtió en parte de un músculo fuerte que ayudaba a saltar y jugar, convirtiéndose en la heroína del cuerpo.
"¡Gracias, María!" - le dijeron las células y todas las partes del cuerpo, "Eres nuestra atrevida proteína."
María sonrió, satisfecha, sabiendo que su viaje había sido difícil pero valioso. Ahora, ella sabía que ser parte de la nutrición significaba ser parte de algo más grande.
Y así, la proteína María vivió muchas más aventuras mientras ayudaba a su cuerpo a crecer fuerte y sano, recordando siempre que cada pequeño viaje cuenta y todo alimento tiene un propósito en la vida. Fin.
FIN.