Las Aventuras de las Amigas de Recoleta



En la escuela Hogar Casa de Misericordia, en el bullicioso barrio de Recoleta, un grupo de diez amistosas niñas de cinco años formaba un estrecho lazo de amistad. Kiara, Aimara, Emma, Dahna, Liz, Nubia, Nicoll, Amelia, y Alma, junto a sus queridas maestras Ale y Jime, vivían juntas momentos inolvidables.

Un día soleado, mientras estaban en el patio jugando a la rayuela, Aimara exclamó: "¡Chicas! ¿Qué tal si armamos una búsqueda del tesoro?". Las demás se miraron emocionadas.

"¡Sí! ¡Me encanta esa idea!" respondió Liz con una sonrisa.

"Pero necesitamos un mapa y pistas", agregó Nubia, imaginando las posibilidades.

"Yo puedo dibujar el mapa", dijo Emma entusiasmada.

"Y yo puedo escribir las pistas", se ofreció Kiara.

"¡Perfecto! ¡A trabajar!" gritaron todas al unísono.

Y así, comenzaron a planear su gran aventura. En un rincón de la escuela, encontraron una caja vacía.

"¡Esto será nuestro tesoro!" propuso Nicoll, decorándola con brillantes y colores.

"¿Deberíamos llenarla con algo especial?" preguntó Dahna.

"Sí, sí, sí... tenemos que llenarla de cosas que nos gusten!" agregó Amelia.

Después de buscar pequeñas sorpresas por el patio, desde piedras brillantes hasta hojas secas curiosas, completaron su tesoro. Todo estaba listo para la búsqueda.

Al día siguiente, después de presentarle su idea a sus maestras, Ale, con una sonrisa, les respondió: "Estamos muy orgullosas de ustedes, pero tengan cuidado al jugar y no se alejen mucho de la escuela."

"¿Nos acompañan?" preguntó Alma.

"Claro, solo si nos prometen regresar a tiempo para el almuerzo," contestó Jime, divertida.

Con el mapa en mano, comenzaron la búsqueda en el parque cercano, siguiendo las pistas alimentadas por la imaginación de Kiara.

"¡Aquí hay un árbol enorme! La pista dice... buscar debajo del árbol cuando sopla el viento. ¡Corran!"

"¡Yo tengo un buen presentimiento!" gritó Aimara mientras las demás corrían tras ella.

Las risas y la emoción llenaban el aire. Pero, en medio del juego, Dora, una perrita del barrio, apareció de repente. Era juguetona y comenzó a correr autour del grupo.

"¡Esa perra parece querer jugar con nosotras!" dijo Alma.

"¡Detengámonos a jugar con ella!" sugirió Liz, mientras se agachaba para acariciarla.

En un instante, estaba claro que la búsqueda del tesoro se había convertido en una aventura inesperada. Dieron un giro a sus planes y, en lugar de seguir buscando pistas, comenzaron a jugar a perseguir a Dora por el parque. La perra, feliz de tener compañía, los llevó a un rincón escondido donde encontraron un viejo columpio.

"¡Miren! ¡Nunca habíamos visto este columpio!" exclamó Nubia.

"Podemos jugar aquí un rato, y luego seguir con la búsqueda!" propuso Nicoll.

Así que, durante un tiempo, se olvidaron del tesoro y disfrutaron de sus risas y el viento en sus caras.

"A veces, los mejores tesoros son los momentos que compartimos juntos," reflexionó Amelia.

"Sí, como esta aventura con Dora!" añadió Dahna.

Finalmente, ya con el sol empezando a ocultarse, decidieron que era hora de volver a la escuela. Sin embargo, antes de irse, Jime y Ale llegaron al parque y vieron a todas con Dora.

"¿Y su tesoro?" preguntó Ale, sonriendo.

"La aventura fue el verdadero tesoro, ¡y ahora tenemos una nueva amiga!" respondieron todas al unísono.

Regresaron a la escuela con los corazones llenos de felicidad. En la caja de tesoros, no solo habían guardado recuerdos, también habían aprendido que la amistad y la diversión se pueden encontrar en el camino,

no solo en la meta.

Desde ese día, las niñas y Dora se hicieron inseparables, y cada tarde después de la escuela, los juegos en el parque se convirtieron en su nueva rutina, creando más momentos mágicos, llenos de risas, aventuras y mucho amor.

FIN.

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