Las aventuras de las amigas y el perro fantasma


Había una vez en la ciudad de Buenos Aires un grupo de amigas muy valientes y curiosas: Juana, Martina, Sofía y Valentina. Ellas siempre estaban en busca de aventuras emocionantes que les llenaran el corazón de alegría y diversión.

Una tarde, mientras paseaban por la plaza del barrio, escucharon a unos niños hablar sobre un fantasma que rondaba la antigua estación de tren durante las noches.

A pesar del miedo que eso les causaba a muchas personas, las amigas decidieron investigar más sobre esta leyenda urbana. "¿Qué les parece si vamos a la estación de tren esta noche para descubrir si realmente hay un fantasma?", propuso Martina con entusiasmo.

"¡Sí! Será como una aventura de película", exclamó Juana emocionada. Así que aquella noche, cuando el reloj marcó las 12 en punto, las cuatro amigas se reunieron en la entrada de la estación.

El lugar estaba oscuro y silencioso, solo iluminado por la luz tenue de las farolas cercanas. Caminaron lentamente por los andenes vacíos, sintiendo cómo el viento frío soplaba entre los viejos vagones oxidados. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del final del andén. Un escalofrío recorrió sus espaldas.

"¿Escucharon eso?", preguntó Valentina con voz temblorosa. "Sí... ¡Creo que viene del depósito abandonado!", respondió Sofía señalando hacia allá. Sin pensarlo dos veces, las amigas se dirigieron hacia el depósito.

Al acercarse pudieron ver una figura transparente moviéndose entre las sombras. Era el supuesto fantasma que tanto habían escuchado mencionar. Pero para sorpresa de todas, cuando se acercaron más pudieron ver que no era un fantasma en absoluto.

Era solo un perro callejero blanco con manchas grises que había entrado al depósito en busca de refugio y comida. Las amigas se miraron entre sí y soltaron una carcajada al darse cuenta de su error. Habían dejado volar su imaginación sin razón alguna.

"¡Ja ja ja! ¡Resulta que el gran —"fantasma"  era solo este lindo perrito!", exclamó Martina mientras acariciaba al animalito. Decidieron llevar al perro a casa e incluso le pusieron nombre: Fantasmín.

Desde ese día, Fantasmín se convirtió en parte del grupo inseparable de amigas y juntos vivieron muchas aventuras reales y divertidas en lugar de asustarse con historias inventadas. Al final descubrieron que a veces lo desconocido puede ser menos aterrador cuando te atreves a enfrentarlo con valentía y mente abierta.

Y así aprendieron que no hay nada más importante que la verdadera amistad para superar cualquier miedo o desafío que pueda cruzarse en tu camino.

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