Las Aventuras de Laura y sus Hermanas



En un pequeño pueblo, había una niña llamada Laura. A su lado, vivían sus dos hermanas: María, la mayor, que era muy segura de sí misma, y Sofía, la menor, que siempre seguía a sus hermanas en todo lo que hacían.

Laura era conocida por ser muy indecisa. Cada mañana, pasaba largos minutos frente a su armario preguntándose qué ropa ponerse. Un día, mientras se preparaba para salir al parque, su hermana mayor, María, se acercó y le dijo:

"Laura, ¿por qué no eliges un vestido amarillo? Te queda hermoso y hoy hace buen tiempo."

Laura miró el vestido y dijo:

"Pero... ¿y si prefiero el azul? El azul es mi color favorito."

María sonrió, pero Laura seguía dudando. Entró y salió del armario una y otra vez, haciendo que el tiempo pasara.

"¡Laura, apurate! Vamos a llegar tarde!", gritó Sofía, desde la sala.

Finalmente, Laura decidió llevar una remera blanca y un pantalón de mezclilla. Estaba tan emocionada de salir al parque con sus hermanas que prácticamente se olvidó de sus dudas.

Cuando llegaron al parque, se encontraron con un puesto de helados. Laura se detuvo en seco.

"¿Qué sabor de helado debería elegir? No sé si quiero frutilla, chocolate o vainilla..."

María le dio una palmadita en la espalda y le recomendó:

"Elegí lo que más te antoje. A veces una sola decisión puede ser muy divertida. ¿No te parece?"

Laura pensó un momento y miró los sabores. Luego se dio cuenta de que todos sus sabores favoritos eran muy ricos. En ese instante decidió, sin dudar, pedir un helado de frutilla.

"¡Cómprame uno de chocolate!", pidió María, mientras Sofía, emocionada, también pedía su helado de vainilla.

Con sus conos de helado en mano, las tres se sentaron bajo un árbol y saborearon sus deliciosos postres. Laura se sintió aliviada y feliz por su decisión.

Mientras disfrutaban del helado, comenzaron a jugar a adivinar que sabor le gustaba más a cada una.

"Seguro que a Sofía le gusta el helado de vainilla por la crema y lo dulce que es", dijo María risueña.

"Sí, ¡pero a mí también me encanta el chocolate por ser tan intenso!", agregó Sofía.

Laura se sentía más relajada y comenzó a hablar sobre sus colores favoritos.

"A mí me gusta mucho el amarillo por el sol, pero el azul me gusta porque me recuerda al cielo."

Sofía exclamó:

"¡Entonces el próximo día que vayamos a comprar ropa tenemos que encontrar algo amarillo y azul para vos!"

"¡Sí! Eso sería genial. Pero, ¿y si elijo algún otro color?", cuestionó Laura.

María decidió intervenir:

"Laura, lo que importa es que elijas un color que te haga sentir bien. No tenés que ser perfecta. También podemos ayudarnos."

Esa tarde, mientras jugaban, Laura sintió que podía contar con sus hermanas para ayudarla a tomar decisiones. De hecho, cada vez que se sentía muy indecisa, pensaba en lo mucho que le gustaba estar con ellas y cómo todo se volvía más divertido cuando trabajaban en equipo.

Pasaron horas jugando, corriendo y disfrutando del día. Al final del día, cuando regresaron a casa, Laura se sintió más segura. Ya no le daba miedo tomar decisiones, supo que podía confiar en sus instintos y que, a veces, lo más importante era disfrutar lo que elegías.

Desde entonces, cuando se trataba de elegir ropa o helados, Laura sonreía y decía:

"Hoy voy a elegir esto porque me hace feliz". Nunca más se sintió abrumada por las elecciones. Había aprendido que la clave estaba en disfrutar de cada momento y que, con sus hermanas a su lado, cualquier decisión siempre sería más fácil y divertida.

Y así, Laura no solo se volvió más decidida, sino que también compartió con sus hermanas la importancia de ser un equipo. Porque en la vida, las decisiones pueden ser traviesas, pero con amor y apoyo, todo se vuelve más sencillo.

FIN.

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