Las Aventuras de Lía en el Mundo de la Materia



Era una soleada mañana en el pequeño pueblo de Agregación. Lía, una curiosa niña de ocho años, paseaba por su jardín cuando de repente un destello de luz la hizo detenerse en seco. Al acercarse, encontró un pequeño cristal brillante que parecía estar vibrando con energía.

- ¡Wow! ¿Qué será esto? - se preguntó Lía, con ojos grandes de asombro.

De pronto, el cristal comenzó a hablar.

- ¡Hola, Lía! Soy Átomo, el guardián de los estados de la materia - dijo el cristal, revoloteando a su alrededor. - Te invito a un viaje mágico al interior del mundo de la materia. ¿Te gustaría venir?

- ¡Sí! - respondió Lía emocionada.

Y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un mundo deslumbrante. Delante de ella, el aire estaba lleno de pequeñas bolitas que danzaban.

- Estos son los gases, - explicó Átomo. - Son muy libres. Pueden moverse y expandirse en cualquier dirección. Cuando hace calor, como en un día de verano, el aire se siente más ligero y menos denso.

- ¡Es increíble! ¿Por qué son tan livianos? - preguntó Lía, mientras veía cómo las bolitas se alejaban unas de otras.

- Porque tienen mucha energía. Las partículas se mueven rápido, casi como si estuvieran bailando - dijo Átomo riendo.

Luego, Átomo llevó a Lía a un lugar donde todo era más compacto.

- Bienvenida, Lía, al estado líquido - anunció. - Aquí las partículas están más juntas. Por eso, los líquidos, como el agua, tienen un volumen fijo pero toman la forma del recipiente que los contiene.

Lía vio cómo una corriente de agua fluía con suavidad por un arroyo cercano.

- Mira, ¡el agua se adapta a su entorno! - exclamó.

- Exacto! - respondió Átomo. - ¡Y a veces, si enfrías el agua lo suficiente, se convierte en hielo! Viene el cambio de estado. La materia puede transformarse según la temperatura.

De repente, una ráfaga de frío pasó y Lía sintió un escalofrío. Miró alrededor y vio cómo los arbolitos del lugar se cubrían de escarcha.

- ¡Están solidificándose! - dijo emocionada mientras tocaba una de las ramas.

- Así es, aquí estamos en el estado sólido. Las moléculas están tan unidas que no pueden moverse, solo vibran en su lugar. Este es el estado que forma los cristales y las cosas duras que puedes tocar - explicó Átomo con orgullo.

Lía se maravilló al ver cómo todo brillaba con los cristales de hielo.

- ¡Quiero llevarme uno! - gritó.

Luego de recoger un pequeño cristal, sentía un deseo de saber más.

- Pero, Átomo, ¿es cierto que todo cambia de estado? - preguntó Lía mientras jugaba con el cristal en su mano.

- Así es, Lía. Todo depende de la temperatura y de cómo interactúan las partículas entre sí. Cuando calientas el hielo, se convierte en agua, y si lo calientas aún más, se convierte en vapor. ¡Es un ciclo constante! - dijo Átomo.

- Hay tanto por aprender - afirmó Lía, sintiendo que su corazón palpitaba. Pero de repente, un gran viento sopló en el aire, y ella pudo ver cómo algunas de las partículas de gas se dispersaban a su alrededor.

- ¡Átomo! ¿Qué está pasando? - preguntó alarmada.

- ¡Oh no! Parece que el cielo está muy caliente y las moléculas de los líquidos están comenzando a evaporarse porque hay demasiada energía. ¡Debemos irnos antes de que nos convirtamos en vapor también! - respondió Átomo mientras comenzaba a flotar.

Lía se aferró a el cristal y, con un giro mágico, ambos fueron llevados nuevamente a su jardín.

- ¡Más vale que volvamos a la piel segura! - dijo Lía mientras miraba a su alrededor, aliviada.

- Siempre hay un equilibrio, Lía. No olvides los valores del cuidado y el respeto por la materia que te rodea - le aconsejó Átomo antes de desvanecerse en un destello.

Lía sonrió, sabiendo que llevaría consigo todo lo aprendido. Miró el pequeño cristal que había traído y prometió cuidarlo. Desde ese día, Lía se convirtió en la guardiana del conocimiento del mundo de la materia, recordando siempre la importancia del equilibrio y del respeto por su entorno. Pero también soñando con nuevas aventuras y aprendizajes en el misterioso universo.

Y así, en el pequeño pueblo de Agregación, Lía se volvió inmensamente curiosa y feliz, sabiendo que entender los estados de la materia era solo el comienzo de su maravilloso viaje.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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