Las aventuras de Lila y los Tres Amigos



En un colorido y alegre barrio, vivía una niña llamada Lila. Lila era muy curiosa y siempre estaba dispuesta a jugar con sus tres amigos: Tomás, Sofía y Pablo. Cada tarde, después de la escuela, se reunían en el parque para vivir mil y una aventuras juntos.

Un día, mientras jugaban al fútbol, Tomás se enojó porque Sofía le quitó el balón en el momento menos inesperado.

"¡No me lo podías haber hecho! Ahora nunca voy a ganar!" - gritó Tomás, furioso.

Sofía se sintió muy mal. No había querido molestarlo, solo quería jugar.

"Tomás, no quise hacerte enojar. Solo quería participar!" - respondió con una voz temblorosa.

Pablo, que siempre había sido el pacificador del grupo, decidió intervenir.

"Chicos, ¿por qué no hablamos un poco?", sugirió.

"¿Hablar? A mí no me gusta hablar...!" - murmuró Tomás.

Pero Lila, que era muy observadora, se dio cuenta de que la comunicación era clave para resolver el conflicto.

"Tomás, ¿puedes decirle a Sofía cómo te sientes sin gritar? Tal vez ella entienda mejor si le explicas." - propuso Lila.

Tomás pensó un momento, todavía algo enojado, pero decidió intentarlo.

"Sofía, cuando me quitaste el balón me sentí frustrado porque quería mostrar mis habilidades. Pero entiendo que querías jugar también." - habló Tomás, un poco más calmado.

"Gracias por decírmelo, Tomás. No quería que te sientas así. Lo siento, prometo que jugaré más en equipo a partir de ahora!" - respondió Sofía, aliviada y sonriendo.

La tensión se esfumó del aire, y Lila sonrió satisfecha.

A partir de ese día, los amigos decidieron crear una regla nueva: siempre que uno de ellos se sintiera mal por algo, tendría que expresarlo de forma tranquila y clara, para facilitar la comprensión entre todos. Así, nunca había discusiones largas, y podían resolver las cosas rápidamente.

Unos días después, mientras jugaban en la plaza, Pablo, que tenía una idea para un nuevo juego, se dio cuenta de que a Lila no le entusiasmaba tanto.

"Lila, ¿te gustaría jugar a la 'Caza del Tesoro'?" - preguntó entusiasmado.

Lila miró a sus amigos y se sintió presionada a aceptar.

"Eh… no sé, a mí me gusta más el juego de las escondidas muchas veces..." - dijo Lila, sintiendo que podía ser honesta en su grupo.

Pablo frunció el ceño.

"Pero yo pensaba que te gustaría..." - se lamentó.

"Pablo, sé que es una buena idea tuya, pero me siento más cómoda con 'Las Escondidas'. Puedo intentar jugar al otro juego un poco, pero quisiera jugar lo que discutimos primero. " - explicó Lila con calma.

"Claro, Lila! No sabía que te gustaban más las escondidas. Vamos a jugar a eso primero y después vemos... ¡Quizás te guste el otro juego!" - dijo Pablo, entendiendo el mensaje de su amiga.

La tarde transcurrió llena de risas y momentos divertidos, y cada vez que un conflicto pequeño aparecía, los amigos lo resolvían hablando con sinceridad. Así, los días se transformaron en aventuras inolvidables.

Un día fueron a una fiesta de cumpleaños en casa de Pablo, donde se les ofreció un delicioso pastel. Sin embargo, a Sofía no le gustaba el chocolate.

FIN.

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