Las Aventuras de Lola y sus Emociones
En un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoíris, vivía una niña llamada Lola. Era una niña curiosa y alegre, pero tenía un pequeño secreto: no sabía cómo hablar de sus emociones. Un día, mientras caminaba por el bosque, Lola encontró un viejo libro titulado 'Las emociones son válidas'.
- ¡Mirá esto! - exclamó Lola, mientras hojeaba las páginas llenas de ilustraciones.
De repente, la tapa del libro se abrió de par en par, y de él surgió una nube de colores brillantes. De la nube emergió un pequeño duende llamado Emiliano, que tenía una sonrisa contagiosa.
- ¡Hola, Lola! Soy Emiliano, el duende de las emociones. Estoy aquí para ayudarte a entender tus sentimientos. - dijo emocionado.
- Hola, Emiliano. ¡Nunca había conocido a un duende! - respondió Lola, intrigada.
Emiliano comenzó a explicar.
- Cada emoción que sientes es como un color en un arcoíris. A veces estás feliz y el día es azul, otras veces estás triste y es un gris claro. Es normal sentir todas estas cosas. De hecho, las emociones son como pequeños amigos que nos muestran lo que está pasando dentro de nosotros.
- Pero, ¿qué pasa si me siento enojada? - preguntó Lola.
- El enojo es un color fuerte, como el rojo. Es importante también. Te ayuda a protegerte y a darte cuenta de lo que no te gusta. - respondió Emiliano.
Lola se sintió aliviada. Ya no tenía miedo de sus propias emociones. Pero de repente, una nube oscura cubrió el sol, y Lola se sintió triste.
- Emiliano, ahora me siento gris. - dijo Lola, con la mirada baja.
- Es normal, Lola. Pero ¿sabes qué? La tristeza puede ser un buen momento para reflexionar. ¿Qué te hace sentir así? - preguntó Emiliano con curiosidad.
Lola pensó un momento y dijo:
- A veces siento tristeza cuando mis amigos juegan sin mí. -
- Entonces, quizás necesites hablar con ellos. Diles cómo te sientes. - sugirió Emiliano.
Con esa idea en mente, Lola decidió ir a buscar a sus amigos. Mientras caminaba, se encontró con Sofía y Martín, que estaban jugando en el parque.
- ¡Hola, chicos! - saludó Lola.
- ¡Hola, Lola! ¿Querés jugar con nosotros? - preguntó Sofía.
Lola tomó un profundo respiro y, recordando las palabras de Emiliano, dijo:
- En realidad, me sentiría mucho mejor si me invitan a jugar. A veces me siento un poco sola.
Los ojos de sus amigos se iluminaron.
- ¡Claro, Lola! Nunca queríamos que te sintieras así. - dijo Martín. - ¡Vení, juguemos todos juntos! -
Lola sonrió al darse cuenta de que había expresado sus sentimientos. Jugaron juntos, y el cielo gris se despejó, llenándose de risas y colores.
Después de un rato, regresó a donde había encontrado a Emiliano.
- Emiliano, ¡hice lo que dijiste! Le conté a mis amigos cómo me siento. - dijo Lola con felicidad.
- ¡Eso es genial, Lola! Ahora tienes más colores en tu arcoíris, y tus amigos también aprenderán a compartir sus emociones. - respondió Emiliano.
Pero justo cuando todo parecía estar perfecto, una nueva emoción comenzó a surgir en Lola: la preocupación.
- Emiliano, ¿qué pasa si un día me siento muy enojada? No quiero lastimar a nadie. - preguntó Lola con miedo.
- Es un buen punto, Lola. La clave está en cómo expresas esas emociones. Cuando te sientas enojada, podrías intentar hablar de ello en lugar de gritar. - le aconsejó Emiliano con calma.
Lola asintió, entendiendo lo importante que era aprender a manejar todas sus emociones. Decidió incluso hacer una lista de cómo podía expresar cada una de sus emociones.
- Gracias, Emiliano. Ahora sé que puedo compartir mis emociones y que cada una tiene su lugar. - dijo Lola, dándole un cálido abrazo al duende.
Finalmente, el sol brilló con más fuerza que nunca, y Lola, ahora con su arcoíris de emociones, regresó a su casa. Más tarde, se encargó de compartir lo aprendido con su familia. Esa noche, la niña sonrió al caer en la cama, recordando que sus sentimientos, fueran cuales fueran, eran válidos y que siempre podía hablar de ellos.
Y así, en el pueblo de Arcoíris, Lola se convirtió en la pequeña embajadora de las emociones, ayudando a los demás a entender que cada color en su corazón era especial y que compartirlo era mágico.
FIN.