Las Aventuras de los Emocionantes



En un colorido y bullicioso pueblo llamado Alegreville, un grupo de niños muy curiosos decidió aprender sobre las emociones. Se hacían llamar "Los Emocionantes" y en su grupo estaban: Sofía, Tomás, Valentina y Leo. Un día, mientras jugaban en el parque, Sofía dijo: "Hoy tengo una idea. ¿Qué les parece si hacemos un juego?"-

"¿De qué trata?"- preguntó Valentina, inquieta.

"Se trata de descubrir las emociones de los demás y ayudarles a entenderlas"- explicó Sofía emocionada.

"¡Suena divertido!"- exclamó Tomás.

"Sí, pero también hay que ser cuidadosos, porque a veces las emociones pueden ser confusas"- agregó Leo pensativo.

Así que los amigos decidieron crear una "rueda de emociones" con colores, cada uno representaba una emoción diferente: rojo para la ira, azul para la tristeza, amarillo para la alegría y verde para la sorpresa.

Un día, mientras giraban la rueda, Valentina le tocó el rojo. "¡Ay, no! Tengo que mostrar ira, pero no quiero pelear con nadie"- dijo, muy preocupada.

Sofía le respondió: "No tienes que pelear. Tal vez puedas expresar tu ira hablando con nosotros. ¿Qué te hace sentir así?"-

"A veces, cuando mis hermanos no me escuchan, me siento muy enojada"- comentó Valentina, y todos la apoyaron.

Después de practicar un rato, decidieron hacer una presentación en la plaza del pueblo para compartir lo que habían aprendido.

El día de la presentación, el pueblo estaba lleno de gente. Sofía tomó el micrófono y dijo: "Hola a todos, somos Los Emocionantes. Hoy queremos hablar sobre la ira. La ira no es mala, pero es importante saber cómo manejarla"-

Tomás siguió: "Para mostrar ira sin pelear, podemos tomar un respiro profundo y hablar sobre lo que nos molesta"-.

El público escuchaba atentamente, y cuando fue el turno de Valentina, ella se armó de valor y dijo: "A veces, me siento tan enojada que no sé qué hacer. Pero aprendí a pedir ayuda cuando lo necesito"-.

De pronto, un niño del público, que parecía triste, levantó la mano. "Yo no sé cómo controlar mi tristeza. A veces lloro y no sé por qué"-

Leo, que había estado observando, respondió: "Eso está bien. Todos nos sentimos tristes a veces. Puedes compartir tus sentimientos con alguien de confianza"-.

Luego, fue el turno de Leo, quien habló sobre la alegría. "La alegría es una emoción muy bonita, pero también hay que compartirla. Cuando estamos felices, es importante que lo celebremos con nuestros amigos"-.

A medida que hablaban, el pueblo comenzó a reaccionar. Más niños levantaron la mano para contar sus historias. La plaza se llenó de risas, llantos, y sobre todo, abrazos. Todos aprendieron que expresar sus emociones es importante y que no tienen que cargar solas con ellas.

De regreso a casa, los cuatro amigos estaban muy felices.

"¡Lo logramos! ¡Ayudamos a otros a entender sus emociones!"- dijo Sofía sonriendo.

"Sí, y cada vez que compartimos lo que sentimos, nos entendemos más entre nosotros"- añadió Tomás, mirando a sus amigos con orgullo.

De repente, Valentina recordó algo: "¿Qué vamos a hacer la próxima vez?"-

El grupo se miró y sonrió. "Tal vez podamos aprender sobre la sorpresa, o sobre el miedo"- propuso Leo.

Así, Los Emocionantes se dieron cuenta de que el aprendizaje sobre las emociones nunca termina. Cada emoción es una aventura que vale la pena explorar y compartir.

Y así, Alegreville se convirtió en un lugar donde cada uno se sentía libre para expresar y compartir cómo se sentía.

Desde entonces, los amigos continuaron sus aventuras emociantes, aprendiendo cada día un poco más sobre lo que significaba ser humano, no solo para ellos, sino también para todos los que los rodeaban.

FIN.

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