Las Aventuras de los Niños del Bosque Arcoíris



Era un día radiante de verano y un grupo de amigos decidió ir de vacaciones al Bosque Arcoíris, un lugar mágico donde los colores brillaban y los animales hablaban. Tomás, Lucia, Sofía y Nicolás estaban emocionados por la aventura que les esperaba.

"¡Miren cuántos colores!", exclamó Sofía, saltando de alegría mientras admiraba los árboles que parecían pintados de rojo, amarillo y azul.

"Y esos árboles tienen hojas que parecen corazones". Nicolás añadió, señalando hacia lo alto.

Mientras exploraban, escucharon un suave relincho proveniente de un claro cercano. Sin pensarlo dos veces, los niños corrieron hacia el sonido. Allí, encontraron un hermoso caballo de pelaje multicolor, con crines que brillaban como el arcoíris.

"Hola, soy Arcoíris, el caballo mágico del bosque. ¿Qué hacen aquí?", dijo el caballo con una voz melodiosa.

"Vinimos a explorar y divertirnos en nuestras vacaciones!", respondió Tomás.

"¿Quieren acompañarme a un lugar especial?", preguntó Arcoíris.

Todos asintieron con entusiasmo. Montaron en su lomo y, de inmediato, comenzaron a volar sobre el bosque. Desde las alturas, podían ver todo el esplendor del lugar: lagos brillantes, montañas de colores y un río que brillaba como cristal. En un instante, llegaron a un rincón secreto del bosque.

"Este es el Jardín de los Sueños", explicó Arcoíris. "Aquí, cada flor tiene un deseo. Si encuentran una que les guste, pueden pedir un deseo, pero deben ser deseos que ayuden a los demás".

Los niños se miraron entre sí, pensando en lo que podían pedir. Lucia fue la primera en acercarse a una flor azul brillante.

"Yo deseo que todos los niños del mundo tengan un lugar donde jugar y ser felices".

Sofía se acercó luego a una flor amarilla.

"Yo deseo que la naturaleza siempre sea cuidada y respetada por todos".

Nicolás pensó un momento y se acercó a una flor de color rojo.

"Yo deseo que todos aprendan a ser amables unos con otros".

Finalmente, Tomás se acercó a una flor de color verde brillante.

"Yo deseo que nunca falte el amor y la amistad en el mundo".

Arcoíris sonrió ante sus deseos.

"Sus deseos son hermosos y generosos, y eso es lo que hace que el bosque sea especial. Ahora, cada deseo enviará sus energías al mundo. Pero, ¿saben qué? También deben hacer algo para ayudar a cumplir esos deseos".

Los niños se miraron intrigados.

"¿Qué debemos hacer?", preguntó Sofía.

"Cada vez que encuentren a alguien que necesite ayuda o que esté triste, ofrézcanles su apoyo, y así sus deseos se harán realidad. Recuerden que las pequeñas acciones cuentan".

Los niños estuvieron de acuerdo, y mientras volvían a casa, prometieron ser más amables y generosos con los demás.

Pasaron el resto del verano explorando el bosque, ayudando a los animales, plantando árboles y compartiendo su alegría. A medida que pasaban los días, vieron cómo sus deseos comenzaban a florecer en el mundo.

Al final del verano, cuando regresaron a casa, se dieron cuenta de que no solo habían pasado unas vacaciones inolvidables, sino que también habían aprendido la importancia de cuidar a los demás y al planeta. Prometieron volver al Bosque Arcoíris cada año, no solo para disfrutar de su magia, sino para seguir sembrando amor y amistad en cada rincón de su hogar.

Y así terminó su aventura, pero comenzaron un hermoso viaje que nunca tendría fin.

El bosque siempre guardaría su magia y cariño, que ahora viviría dentro de cada uno de ellos.

FIN.

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