Las Aventuras de Malena en Villa de Merlo



Había una vez una niña llamada Malena, que vivía en una hermosa casa junto a su familia. Su mamá, Nazarena, su papá, Alan, y su hermano mayor, Felipe, eran sus cómplices en toda clase de aventuras. Cada año, llegaba el momento más esperado: ¡el viaje a Villa de Merlo, San Luis!

Un día, mientras preparaban las valijas, Malena exclamó: "¡Este año quiero descubrir un tesoro en la montaña!"-

Felipe, con una sonrisa traviesa, respondió: "¿Un tesoro? ¿No será un poco peligroso?"-

"Puede ser, pero también puede ser emocionante"-, contestó Malena con determinación. Nazarena interrumpió, sugestiva: "¿Y si hacemos un mapa? Así sabremos exactamente a dónde ir para encontrarlo."-

Alan, con su mejor tono de explorador, agregó: "Un mapa, eh... eso suena a una gran aventura. Pero necesitamos planificar bien. ¿Qué vamos a llevar?"-

Los días pasaron volando y finalmente, llegaron al hermoso paisaje de Villa de Merlo. Los árboles se mecían suavemente con el viento y el aire fresco llenaba sus pulmones.

Ya instalados en su cabaña, la familia se preparó para la búsqueda del tesoro. Con un mapa dibujado a mano por Malena y caminos marcados por Felipe, se adentraron en la montaña.

"Mirá, ahí hay un arroyo. ¡Podemos llenar nuestras botellas!"- dijo Felipe.

"Sí, pero no debemos perder de vista el mapa. Vámonos rápido, que el tesoro no se va a encontrar solo"-, apuró Malena.

Al poco tiempo, el mapa les llevó a un hermoso claro lleno de flores llamativas.

"¡Miren! Este sitio es perfecto para un picnic"-, exclamó Nazarena, desplegando la manta.

Mientras comían, Malena se perdió en sus pensamientos. "¿Y si el tesoro no está en un baúl con monedas de oro, sino en un lugar especial que descubramos juntos?"-

Felipe, curioso, le preguntó: "¿A qué te referís?"-

"Quizás el verdadero tesoro sea este momento, con la familia, disfrutando"-, reflexionó.

Alan agregó: "Es cierto, cada risa, cada juego y cada aventura en familia es un tesoro muy valioso"-.

Renovados por el picnic, decidieron continuar la búsqueda. Pero, al adentrarse más en el bosque, encontraron un pequeño perro callejero que parecía perdido.

"¡Mirá, Felipe! Tiene hambre"-, dijo Malena, acercándose con cuidado.

"Pobrecito, debe estar asustado"-, comentó Felipe.

"Podemos ayudarlo, después podemos buscar el tesoro"-, sugirió Nazarena.

Sin pensarlo dos veces, la familia tomó la decisión de cuidar del perrito. Lo llamaron —"Rayo"  y juntos lo alimentaron y le dieron cariño.

"Rayo, te necesitamos en nuestra búsqueda. Juntos encontraremos el tesoro"-, bromeó Malena mientras el perrito movía la cola.

Con Rayo corriendo a su alrededor, la familia siguió su aventura. Al caer la tarde, llegaron a la cima de una montaña, donde se podía ver todo el valle. Era un espectáculo hermoso.

"¡Guau, esto es un tesoro visual!"-, gritó Felipe con alegría.

"Es el mejor regalo que podríamos haber encontrado"-, susurró Nazarena, mirando el atardecer.

Malena sintió una felicidad inmensa. "¿Ves? Este año el tesoro no era algo material, sino estas memorias y el amor que compartimos"-.

Rayo ladró emocionado mientras la familia se abrazaba, disfrutando del momento.

Decidieron que el próximo año también buscarían un —"tesoro" , pero uno especial: el tesoro de los momentos vividos. Al regresar a la cabaña, estaban felices, sabiendo que cada año, el viaje a Villa de Merlo les brindaba no solo aventuras, sino también la oportunidad de compartir y aprender juntos. Y así, entre risas, abrazos y un nuevo amigo, la familia le dio la bienvenida a una nueva tradición que les enseñaba que el verdadero tesoro estaba en la unión y el amor familiar.

Desde aquel día, cada año en Villa de Merlo se convertía en una búsqueda del tesoro de los momentos mágicos que compartían juntos. Y así, Malena y su familia vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que el mayor tesoro es tener a quienes amamos a nuestro lado.

FIN.

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