Las Aventuras de María en el Mercado



Era una mañana soleada cuando María, una niña de ocho años con una gran pasión por las verduras, decidió que era el momento perfecto para visitar el mercado. A María le encantaban las zanahorias crujientes, los tomates jugosos y los brócolis verdes.

"¡Hoy voy a comprar todas mis verduras favoritas!" - exclamó emocionada.

María se preparó rápidamente, se puso una capelina de flores y agarró su pequeña mochila de colores. Salió de casa con una lista que había elaborado la noche anterior, donde había anotado todas las verduras que quería comprar.

Llegó al mercado y se maravillo con los colores y olores. En ese momento, vio a Don Pablito, un viejo verdulero que siempre la saludaba con una sonrisa.

"¡Hola, María!" - dijo Don Pablito, mientras acomodaba las zanahorias en su puesto.

"¡Hola, Don Pablito! Hoy quiero zanahorias, brócolis y tomates, por favor" - respondió María, mirando con curiosidad las verduras.

Mientras conversaban, María notó a un niño observando desde un rincón. Se llamaba Juan, y parecía un poco triste.

"¿Por qué estás tan serio, Juan?" - le preguntó María.

"No sé... a mí no me gustan las verduras, nunca las he probado" - admitió Juan, con los ojos bajos.

"¡Eso es un gran error! Las verduras son deliciosas y muy saludables. ¡Deberías probarlas!" - le insistió María.

Juan se encogió de hombros, pero María tenía una idea.

"¿Qué tal si me ayudas a elegir las mejores? ¡Podríamos hacer una ensalada juntos!" - propuso.

"¿En serio?" - preguntó Juan, un poco más animado.

"¡Sí! En la ensalada podemos poner un montón de cosas ricas, seguro que te van a gustar" - aseguró María con entusiasmo.

Juan decidió acompañar a María en su búsqueda de verduras. Juntos, recorrieron el mercado. Primero pasaron por el puesto de Don Pablito.

"Don Pablito, ¿podemos llevarnos esas zanahorias y ese brócoli?" - preguntó María, emocionada.

"Claro que sí, aquí tienes, pero también necesitas un buen tomate para la ensalada" - contestó Don Pablito, señalando con un dedo los tomates rojos y brillantes.

"¿Te gustan, Juan?" - preguntó María.

"Sí, esos se ven ricos" - dijo Juan, comenzando a sonreír.

Fueron juntos por más verduras y decidieron probar algo nuevo.

"¿Qué tal si agregamos un pepino y un pimiento?" - sugirió María.

"No sabía que eso se podía comer" - respondió Juan, intrigado.

"Sí, ¡es muy rico!" - afirmó María, sintiéndose cada vez más entusiasmada con la idea de compartir su amor por las verduras.

Cuando llegaron a casa, María se puso a preparar la ensalada, mientras Juan la ayudaba a lavar las verduras. En un momento, Juan se dio cuenta de que se estaba divirtiendo al conocer todos esos sabores.

"¡Esto es más divertido de lo que pensé!" - exclamó.

"¡Te dije que las verduras son geniales! Ahora, a probar la ensalada" - dijo María, sirviendo un buen plato.

Los dos se sentaron a comer, y cuando Juan probó la ensalada, sus ojos se iluminaron.

"¡Está buenísima! No puedo creer que nunca la había probado antes" - dijo emocionado.

"¿Ves? ¡Las verduras son lo mejor!" - sonrió María, satisfecha.

A partir de ese día, Juan se convirtió en un gran amigo de María, y juntos exploraron nuevas recetas y formas de incluir verduras en sus comidas. Cada vez que iban al mercado, hacían la lista juntos y Juan iba aprendiendo a amar las verduras de la misma manera que María. ¡El mercado nunca había sido tan divertido!

María no solo había logrado comprar sus verduras favoritas, sino que también había compartido su alegría con Juan y le había enseñado que las verduras podían ser sabrosas y emocionantes. Al final, no solo habían hecho una ricas ensalda, sino que se habían hecho grandes amigos.

Y así, cada semana, María y Juan se encontraban en el mercado, listos para nuevas aventuras culinarias y disfrutando de la diversidad de colores y sabores que la naturaleza les ofrecía.

FIN.

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