Las aventuras de María la rana y sus tres hijas



En un tranquilo estanque, vivía María la rana, una madre cariñosa y sabia. Tenía tres hijas: Afortunada, que siempre parecía tener suerte; Divertida, la que nunca dejaba de hacer reír a su madre; y Torpe, la pequeña que a pesar de sus torpezas, llenaba el hogar de amor y alegría.

Un día, mientras las ranas estaban jugando a las orillas del estanque, Afortunada encontró un brillante objeto en el agua.

"¡Miren, chicas!" - exclamó Afortunada, sosteniendo un anillo de oro que relucía bajo el sol.

"¡Qué suerte tenés, Afortunada!" - dijo Divertida, haciendo una mueca graciosa.

"Sí, pero no es solo suerte, tenemos que ver qué hacemos con esto" - respondió Afortunada, pensativa.

Torpe, que estaba intentando saltar bien, se quedó con los ojos bien abiertos, admirando el anillo.

"¿Puedo probarlo?" - preguntó Torpe emocionada. Pero justo cuando se lo pasaron, resbaló y cayó al agua, causando un gran chapoteo.

"¡Torpe, cuidado!" - le gritó Divertida, riendo de nuevo.

María la rana, observando desde la orilla, se acercó a sus hijas.

"Chicas, ese anillo es muy especial. No es solo un tesoro, también puede traernos una lección" - dijo mamá, tocando el anillo.

"¿Qué lección, mamá?" - preguntó Afortunada, intrigada.

"A veces, la suerte no es solo cuestión de encontrar algo brillante. Es sobre cómo lo utilizamos para hacer el bien y ayudar a otros" - explicó María.

Las tres ranas miraron a su madre con curiosidad.

"¿Y qué deberíamos hacer con el anillo?" - preguntó Divertida, ya olvidándose de hacer reír.

"Podríamos organizar una fiesta en el estanque y compartirlo con todos nuestros amigos" - sugirió Afortunada.

"¡Y yo puedo contar chistes durante la fiesta!" - agregó Divertida, saltando de emoción.

"Sí, ¡y también puedo traer bocadillos!" - dijo Torpe, aún sonriendo a pesar de su reciente caída.

María sonrió ante las ideas de sus hijas y trabajaron juntas para organizar la fiesta. Pondrían todo lo que tenían en una canasta: hojas frescas, hierbas y mucho humor.

Finalmente, llegó el gran día. Las ranas del estanque se reunieron, y Divertida hizo reír a todos con sus chistes. Afortunada se encargaba de la decoración, mientras que Torpe, a pesar de sus tropiezos, hizo su mejor esfuerzo para cargar los bocadillos.

Durante la fiesta, las ranas vieron cómo cada una de ellas tenía un papel importante. Afortunada con su ingenio, Divertida con su risa y Torpe con sus intentos genuinos. Al final del día, aunque el anillo era hermoso, lo que realmente hubo en el estanque eran risas y amistad.

"Mirá, mamá, hicimos un buen uso de la suerte" - dijo Afortunada, sonriendo.

"Sí, hijas, y cada una de ustedes tiene su propio don que no solo les da suerte, sino también amor y alegría" - respondió María, abrazándolas.

Así, Afortunada, Divertida y Torpe aprendieron que no importaba lo que uno tuviera, sino cómo se compartían esos momentos juntos. Y desde ese día, el anillo quedó en el fondo del estanque, como un bello recordatorio de su valiosa lección: la verdadera fortuna está en el amor y la diversión que se comparte con quienes amamos.

FIN.

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