Las Aventuras de Mia en Mictlán



Mia era una niña curiosa y valiente que siempre soñaba con aventuras más allá de su hogar. Un día, mientras paseaba por un parque, se encontró con una extraña puerta cubierta de hiedra y flores. Sin pensarlo dos veces, decidió abrirla y se encontró en un mundo mágico llamado Mictlán.

Al entrar, Mia se dio cuenta de que todo era colorido y lleno de criaturas sorprendentes. Un pequeño zorro con una bufanda roja se le acercó y le dijo:

"Hola, bienvenida a Mictlán, soy Zapi, tu guía. Aquí las cosas son diferentes, pero hay que tener cuidado. Hay un rey que se ha llevado la alegría del lugar."

"¿Cómo puedo ayudar?" preguntó Mia con determinación.

Zapi sonrió y respondió:

"En Mictlán, la música y la risa son esenciales para deshacer el hechizo del rey. Necesitamos encontrar tres objetos mágicos que devuelvan la alegría: una flauta dorada, un tambor que nunca se detiene y un xilófono que tocaba solo en el alba."

Mia sintió que su corazón late con fuerza al escuchar la misión. Juntos, comenzaron su búsqueda por el colorido bosque de Mictlán.

Su primera parada fue el Claro de las Canciones, donde se decía que la flauta dorada estaba escondida. Recorrían el lugar cuando de repente, encontraron a una tortuga de grandes ojos tristes que lloraba.

"¿Por qué lloras?" preguntó Mia.

"No puedo encontrar mi voz. La perdí cuando el rey tomó la alegría de Mictlán", respondió la tortuga.

Mia, conmovida, le dijo:

"Tal vez podamos ayudarte a encontrarla. ¿Qué necesitas?"

Con un brillo de esperanza en sus ojos, la tortuga explicó que necesitaba escuchar una melodía hermosa. Mia, recordando algunas de las canciones que su abuela solía cantarle, empezó a improvisar una canción con su voz. La tortuga comenzó a bailar lentamente y, de pronto, su voz regresó, llena de notas de felicidad.

"¡Gracias! Ahora puedo cantar de nuevo!" exclamó la tortuga. Y, en agradecimiento, les indicó un camino secreto donde podían hallar la flauta dorada.

Llegaron al lugar y, efectivamente, encontraron la flauta entre flores brillantes. Zapi la tomó con delicadeza y dijo:

"Una parte está hecha. Ahora vamos por el tambor."

El siguiente destino fue el Bosque de los Sonidos. Allí, encontraron un viejo roble con un tambor colgado en sus ramas. Sin embargo, un grupo de pájaros se había aposentado sobre él y no dejaban que nadie se acercara.

Mia, viendo la situación, se acercó con confianza:

"Hola amigos, ¿podrían darnos el tambor?"

Los pájaros respondieron:

"¿Por qué deberíamos? ¡Nos encanta!"

Mia pensó por un momento y dijo:

"Si me ayudan a tocarlo, prometo que todos podremos hacer música juntos y tendríamos una gran fiesta."

Los pájaros, emocionados por la idea de una fiesta, aceptaron. Juntos, comenzaron a tocar el tambor, lleno de ritmos alegres que resonaban en el aire. Al final, los pájaros decidieron dejar que Mia se llevara el tambor.

"¡Ya tenemos dos objetos! Ahora falta el xilófono", dijo Zapi mientras se dirigían hacia el último destino, la Montaña Mestiza.

En la montaña encontraron al xilófono, pero estaba bajo el guarda de un enorme oso que parecía dormir.

"Pero hay que hacerlo con cuidado", dijo Zapi.

"Tengo una idea", susurró Mia.

Mia se acercó al oso y comenzó a tocar una melodía suave en la flauta dorada que acababa de conseguir. El aire se llenó de notas e instantáneamente el oso empezó a mover su cuerpo al ritmo. Fue como si estuviera en un sueño hermoso.

Después de un rato, el oso se levantó, sonriendo. Mia le dijo:

"¿Podrías prestarnos el xilófono un momento? Lo necesitamos para ayudar a todo Mictlán."

El oso, aún encantado por la música, asintió y, con bondad, permitió que tomaran el xilófono.

"¡Ahora sí! Tenemos los tres objetos", celebró Zapi emocionado.

Juntos, volvieron a la plaza central de Mictlán y, usando la flauta, el tambor y el xilófono, comenzaron a tocar. La música llenó el aire y pronto, los habitantes de Mictlán se unieron, riendo y bailando en alegría. Finalmente, el rey salió de su palacio con curiosidad y, al ver todo el alboroto, también sintió que una chispa de felicidad había tocado su corazón.

"¿Qué está pasando aquí?" preguntó el rey, confundido.

Mia, con valentía, le dijo:

"¡La alegría ha regresado, y no puedes mantenerla encerrada! Todos tenemos derecho a ser felices."

El rey reflexionó por un momento y, con una sonrisa, se unió a ellos. La música continuó, los corazones se unieron, y el hechizo se rompió. Mictlán volvió a brillar con luces y risas, y el rey prometió nunca más apagar la felicidad de su pueblo.

Mia se despidió de sus nuevos amigos, sabiendo que había traído la alegría de vuelta.

"Gracias, Zapi. Este fue el mejor día de mi vida."

"Nos volveremos a encontrar, Mia. Siempre habrá aventuras aquí, en Mictlán", respondió Zapi con una sonrisa.

Con eso, Mia regresó a su casa, con el corazón lleno de experiencias nuevas y una lección importante: la felicidad se comparte y se crea juntos.

Así termina la aventura de Mia en Mictlán, pero en su corazón, sabía que nuevas aventuras estaban siempre al otro lado de cualquier puerta.

FIN.

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