Las Aventuras de Milo y Kravi



En un colorido jardín de flores brillantes y hojas verdes, vivía un escarabajo gallego llamado Milo. Siempre se pasaba el día explorando su entorno y buscando aventuras. Un día, mientras daba vueltas cerca de su hoja favorita, Milo escuchó un ruido curioso. Al asomarse, vio a un nuevo vecino moviendo una especie de caja brillante de un lado a otro. Era Kravi, un escarabajo egipcio que se había mudado recientemente.

- ¡Hola! Soy Milo, el escarabajo gallego - dijo Milo emocionado.

- ¡Hola! Soy Kravi, vengo de Egipto - respondió el nuevo escarabajo con una gran sonrisa.

Milo, intrigado, se acercó aún más.

- ¿Qué estás haciendo con esa caja?

Kravi sonrió.

- Esta no es una simple caja. En Egipto, la usamos para guardar nuestros tesoros y también como lugar para compartir comida. Aquí tengo dátiles y un poco de miel. ¿Quieres probar?

Milo no podía creer lo que escuchaba.

- ¡Claro que sí! - dijo mientras sus ojos brillaban de curiosidad.

Cuando Kravi abrió la caja, el olor de la miel y los dátiles inundó el aire.

- ¡Wow! ¡Esto huele increíble! - exclamó Milo.

- Y de este lado, en Galicia, tenemos empanadas de insecto y un par de manjares que son riquísimos. ¿Te gustaría probarlos también?

- ¡Por supuesto! - respondió Kravi lleno de entusiasmo.

Los escarabajos decidieron organizar un picnic en el que intercambiarían sus comidas. Así, cada uno trajo lo mejor de sus culturas.

El día del picnic fue maravilloso, ambos escarabajos se sentaron sobre una hoja gigante, rodeados de flores.

- ¡Mira esto, Kravi! - dijo Milo mientras mostraba una empanada crujiente. - Esto se llama empanada gallega y es deliciosa.

Kravi dio un bocado y sus ojos se iluminaron.

- ¡Esto es increíble! Nunca había probado algo así.

Tan absortos estaban en sus sabores, que no se dieron cuenta de que sus familias estaban observando un poco preocupadas.

- ¿Por qué están haciendo esto? - preguntó la mamá de Milo.

- Es solo comida - dijo Kravi. - Cada uno tiene su manera de hacerla, pero podemos disfrutar juntos.

Las familias, al principio renuentes, empezaron a acercarse.

- ¿Y si probamos un poco de la miel? - sugirió la mamá de Kravi.

Las madres, sorprendidas por el gusto de sus hijos, empezaron a compartir sus propios platillos tradicionales.

- No está tan mal, creo que estoy comenzando a entender - dijo la mamá de Milo.

De pronto, los escarabajos vieron cómo las familias empezaban a compartir su cultura a través de la comida, riendo y disfrutando del momento.

- Kravi, creo que hemos hecho algo grande - dijo Milo mientras chisporroteaba su antena. - Hemos unido a nuestras familias.

- Sí, y todo comenzó con un simple picnic - respondió Kravi, sonriendo con orgullo.

Desde ese día, Milo y Kravi se convirtieron en los mejores amigos. Juntos, organizaron más picnics, donde compartían sus platos y utensilios especiales.

Milo enseñó a Kravi cómo hacer empanadas, mientras que Kravi mostró a Milo cómo preparar la miel de dátiles.

De este modo, cada encuentro se volvió una celebración de amistad y diversidad cultural. La humildad y el amor encontraron su lugar en el corazón de ambos escarabajos.

- ¡Nunca pensé que un picnic podría unir a dos familias tan diferentes! - dijo Milo en una de las últimas reuniones.

- La amistad puede superar cualquier frontera - respondió Kravi, con una gran sonrisa, disfrutando un bocado de empanada.

Y así, en un pequeño rincón del jardín, Milo y Kravi demostraron que la cultura puede ser un puente y que, a través de la comida y el cariño, podemos forjar lazos que nos unen a pesar de nuestras diferencias.

FIN.

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