Las Aventuras de Olvido
Olvido era una chica muy especial, trabajaba en una tienda de juguetes en el centro de la ciudad. Cada mañana, se despertaba con una sonrisa y se preparaba para un día lleno de risas y sorpresas. Sin embargo, había algo que le preocupaba. Ya hacía un tiempo que estaba lejos de su querido novio Charly, que se había quedado en la ciudad natal de ambos, disfrutando de sus paseos y aventuras en el parque.
Un día, mientras organizaba los juguetes en la tienda, sintió un pequeño dolor en una parte de su cuerpo. –"Ay, qué raro, ¿qué será esto?"– se preguntó Olvido, pero decidió no darle demasiada importancia. Sin embargo, al llegar la noche, el dolor se volvió más intenso y no la dejaba dormir. –"Ojalá Charly estuviera aquí conmigo, siempre sabe cómo hacerme sentir mejor"– pensó, echando de menos su risa y su compañía.
Pasaron los días y Olvido comenzó a sentirse más triste. La falta de sueño la hacía sentir cansada y sin ganas de jugar con los niños que venían a comprar juguetes. Un día, mientras acomodaba una caja, un niño pequeño llamado Mateo se acercó a ella y le dijo: –"¿Por qué estás tan triste, señorita?"–. Olvido sonrió a pesar de sus problemas y le contestó: –"Es solo que estoy un poco cansada y extrañando a mi novio Charly"–. Mateo, con inocencia, le dijo: –"¡Pero si él podría hacerte un dibujo y mandártelo!"–
Olvido se quedó pensando. Esa idea le pareció genial. –"¡Claro!"– exclamó. –"Le voy a pedir a Charly que me envíe un dibujo. Eso siempre me hace feliz"–. Esa noche, antes de dormir, decidió escribirle un mensaje a su novio contándole lo que pasaba.
Al día siguiente, cuando entró a la tienda de juguetes, encontró en su correo un dibujo de Charly. Era un hermoso dibujo de ellos juntos en el parque con muchos globos de colores volando en el cielo. –"¡Mirá, Mateo!"– le gritó riendo. –"¡Charly me mandó un dibujo!"– El pequeño Mateo iluminó su rostro. –"¡Está buenísimo!"– dijo, asombrado.
Desde ese momento, cada día Olvido esperaba ansiosa el nuevo dibujo de Charly. Cada uno era más creativo y lleno de colores. Un día, Charly pintó un enorme arcoíris y escribió: –"Siempre que veas un arcoíris, recuerda que estamos conectados, aunque estemos lejos"–. Olvido se sentía mejor, la tristeza estaba desapareciendo, pero el malestar del que no hablaba seguía presente.
Un día, mientras compartía el dibujo de Charly con Mateo, este le propuso: –"¿Por qué no hacemos un concurso de dibujos en la tienda? Así vamos al parque a jugar y a hacer más arte juntos"–. La idea le encantó a Olvido. Así que organizó un concurso de dibujo para que todos los niños pudieran participar junto a sus padres. Se sintió tan emocionada que, aunque la molestia seguía ahí, comenzó a olvidarse poco a poco del dolor.
El día del concurso, Olvido se sintió llena de energía. Los niños sonreían y corrían por la tienda, sus dibujos decoraban las paredes. Cuando los padres se acercaron a la tienda, los niños les mostraron sus creaciones y les contaron sobre los dibujos de Charly que habían inspirado la actividad. Todos se reían y compartían historias.
Al final del concurso, todos los participantes recibieron pequeños premios y, lo más importante, Olvido se dio cuenta de que su dolor se había vuelto muy pequeño en comparación con la alegría que había generado.
Esa noche, tomando un té con voz cansada pero alegre, decidió mandarle un mensaje a Charly para contarle todo. –"¡Gracias, Charly! No solo me trajiste alegría a través de tus dibujos, sino que también uní a muchos niños con el arte. No necesito que estés físicamente aquí, porque siempre estarás en mi corazón y en mis recuerdos. Y creo que esa es la mejor medicina para cualquier mal"–. Mientras escribía, sintió que la molestia que la había estado atormentando ya no la preocupaba tanto. Ella había encontrado en la amistad, en la creatividad y en el amor la mejor de las curas.
FIN.