Las Aventuras de Pepito, el Arbolito Feliz



Había una vez un arbolito muy frondoso llamado Pepito que vivía en la ciudad. Tenía 15 años desde que fue plantado, pero no era muy alto. A pesar de esto, Pepito era muy feliz. Tenía dos hijos llamados Kelly y Paco, además de un grupo de amigos que consideraba como su familia: una hermosa flor llamada Lila, un pequeño pájaro llamado Mimo y una curiosa ardilla llamada Tito.

Cierto día, mientras el sol brillaba intensamente, Pepito estaba contando historias a sus hijos bajo su frondosa copa.

"Papá, ¿por qué no somos tan altos como los demás árboles del parque?" - preguntó Kelly.

"Porque cada árbol tiene su propia forma de crecer, hija. Lo importante es lo que llevamos dentro" - respondió Pepito, sonriendo.

Paco, que siempre había sido un soñador, exclamó:

"¡Quiero ser tan alto como el árbol del barrio! Así todos podrían verme desde lo lejos!"

"No te preocupes, Paco. Ser pequeño no significa que no puedas hacer cosas grandes" - contestó Pepito.

Un día, mientras todos disfrutaban de la tarde, notaron un gran bullicio en el parque. Un grupo de personas estaba discutiendo preocupados. Mimo voló hasta Pepito y dijo:

"¡Pepito! ¡Algo raro está pasando! Dicen que quieren cortar árboles para hacer lugar a un nuevo edificio!"

Pepito se sintió nervioso y buscó con la mirada a sus amigos.

"No podemos dejar que eso suceda. Esta ciudad necesita árboles como nosotros, pero, ¿qué podemos hacer?" - preguntó Pepito.

Lila, siempre con su hermoso color, dijo con determinación:

"¡Podemos organizar una manifestación! Hay que hacerles entender cuán importantes somos para el ambiente!"

Tito, moviendo su colita, propuso:

"¡Sí! ¡Juntaremos a todos los árboles y flores del barrio!"

Así, Pepito y sus amigos se pusieron a trabajar. Hicieron carteles de hojas y usaron flores para decorar el parque. Cuando llegó el día de la manifestación, todos estaban nerviosos pero emocionados.

El parque se llenó de árboles, flores, pájaros y hasta algunos animales del barrio que se unieron a ellos. Pepito, aunque no era el árbol más alto, se sintió orgulloso. Todos estaban a su alrededor, gritando:

"¡Salvemos a los árboles! ¡Viva la naturaleza!"

Los humanos que estaban por cortar los árboles se detuvieron, sorprendidos por lo que veían. Uno de ellos, un hombre mayor, se acercó y observó a la muchedumbre.

"¿Por qué luchan?" - les preguntó.

Pepito, sintiendo el valor de sus amigos, gritó:

"¡Somos parte de esta ciudad! Ayudamos a limpiar el aire y a dar sombra! No podemos ser ignorados."

El hombre escuchó y, conmovido por la pasión de Pepito y sus amigos, habló con los otros humanos. Al final de la jornada, después de muchas discusiones, decidieron no talar los árboles y, en cambio, buscar formas de construir el edificio sin afectar la naturaleza.

"¡Lo hicimos!" - exclamó Kelly, apretando la mano de su hermano.

Paco salta de alegría, mientras Lila y Mimo cantaban de felicidad.

Pepito sonrió, sabiendo que, aunque era pequeño, con el apoyo de su familia y amigos, lograron algo grande.

Desde ese día, Pepito se sintió más alto que nunca en su corazón. Aprendió que la verdadera grandeza no viene de la altura, sino del amor y el trabajo en equipo.

Los días pasaron, y Pepito siguió contando historias a sus hijos, pero ahora esas historias incluían su gran aventura.

"Recuerden, mis niños, nunca subestimen el poder de ser distintos. Cada uno tiene su lugar y su importancia en este mundo" - decía Pepito, mientras el viento acariciaba sus hojas, haciéndolas brillar como el sol.

Y así, Pepito, Kelly, Paco, Lila, Mimo y Tito vivieron felices en su pequeño rincón de la ciudad, siempre listos para cualquier nueva aventura que la vida les ofreciera.

FIN.

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