Las Aventuras de Pepito en el Río
Era una tarde soleada en el pequeño pueblo de Santa Esperanza. Pepito, un niño curioso y lleno de energía, decidió aventurarse hacia el río que pasaba cerca de su casa. La superficie del agua brillaba como mil espejos bajo los rayos del sol, y Pepito no podía resistir la tentación de jugar cerca de sus orillas.
"¡Mirá qué lindo es el río!", exclamó Pepito mientras se acercaba a la orilla.
Mientras se acercaba, Pepito notó un grupo de patitos nadando. Era la familia de Doña Pata, la mamá pata del barrio.
"¡Hola, patitos!", saludó Pepito.
Los patitos, curiosos, se acercaron nadando, chapoteando alegremente en el agua. Pepito decidió construir una pequeña barca con hojas y ramas para jugar con ellos.
"Voy a llamarte 'La Nave de los Patitos'", dijo, riendo mientras pegaba las hojas con tiras de pasto.
Sin embargo, mientras jugaba, Pepito no se dio cuenta de que había un fuerte torrente en el río. De repente, una pequeña ola lo empujó y el agua empezó a llevarse su “nave”.
"¡Oh no! ¡Mi barco!", gritó Pepito, corriendo a la orilla.
Pero justo entonces, apareció la sabia Tortuga Teresa, que siempre paseaba por el río.
"No te preocupes, Pepito. A veces, el río nos enseña a ser más cuidadosos", le dijo la tortuga con una sonrisa.
"Pero, ¡no quiero perder mi barco!", respondió Pepito con un tono de preocupación.
Teresa lo miró y explicó:
"La vida es como este río, a veces te lleva por caminos inesperados. Pero, siempre podemos aprender de ello y encontrar nuevas formas de jugar. ¿Qué tal si hacemos una nueva aventura juntos?"
Pepito, un poco triste pero motivado, aceptó la propuesta de la tortuga. Juntos, comenzaron a explorar el río. Se sumergieron en sus alrededores, descubriendo pequeñas islas llenas de flores y hasta un pequeño puente donde los peces saltaban felices.
"¡Wow! Nunca había visto esto!", exclamó Pepito, maravillado.
Mientras caminaban, escucharon el llanto de una rana atrapada entre unas ramas. Pepito se asomó y vio a una pequeña ranita verde que parecía asustada.
"¡Ayuda! ¡No puedo salir!", decía la rana.
"Tenemos que ayudarla, Teresa", dijo Pepito, decidido.
La tortuga asintió y juntos, utilizando su ingenio y cuidado, lograron liberar a la rana. Ella, agradecida, comenzó a saltar alegremente.
"¡Gracias, gracias! Ustedes son mis héroes!", gritó la ranita y, sorprendentemente, añadió: "¿Quieren jugar conmigo?"
Pepito y Teresa sonrieron. Así, entre saltos y risas, comenzaron a jugar en la orilla, creando juegos y aventuras. Pepito se olvidó de su tristeza y disfrutó del momento.
Con el paso del tiempo, Pepito comprendió que, aunque había perdido su barco, había ganado nuevos amigos y hermosas experiencias. Aprendió que siempre hay obstáculos en la vida, pero lo importante es cómo decidimos enfrentarlos.
"Hoy fue un gran día, Teresa", dijo Pepito mientras el sol comenzaba a esconderse.
"Así es, Pepito. Y recuerda, cada día es una nueva aventura esperando ser descubierta. Cuida el río y cuida de tus amigos. ¡Siempre podemos volver a empezar!"
Al terminar la tarde, Pepito se despidió de Teresa y la ranita, con la promesa de volver al día siguiente. Y así, Pepito regresó a casa, lleno de historias que contar, listo para enfrentar una nueva aventura.
FIN.