Las Aventuras de Pepito Juan el Peruano en la Cafetería
En una escuela primaria en el corazón de Buenos Aires, había una cafetería que era el lugar favorito de todos los alumnos. Allí trabajaba un niño especial llamado Pepito Juan el peruano. Pepito era un pequeño de ocho años, con una gran sonrisa que iluminaba hasta el rincón más oscuro de la cafetería. Su historia era un poco diferente: Pepito no tenía un hogar en la ciudad, sino que vivía en la cafetería, ayudando a la señora Rosa, la dueña del lugar.
Un día, mientras servía tortas y jugos, Pepito se dio cuenta de que sus compañeros estaban un poco más callados de lo habitual.
"¿Qué les pasa, chicos?" - preguntó Pepito, con curiosidad.
"Es que hoy tenemos competencia de talentos, y nadie quiere participar" - dijo Camila, una de sus amigas.
"¿Por qué no?" - insistió Pepito.
"Porque creemos que no somos lo suficientemente buenos" - respondió Lucas, con los ojos tristes.
Pepito pensó por un momento y decidió que tenía que hacer algo.
"Escuchen, chicos, todos tienen un talento especial, incluso yo que solo sirvo comida. ¡Vamos a descubrir lo que sabemos hacer!" - exclamó Pepito, lleno de entusiasmo.
Así, Pepito organizó una reunión en la cafetería. Convocó a todos sus compañeros y les propuso compartir cualquier habilidad o pasión que tuvieran. Cada uno empezaba a contar sus sueños y lo que les gustaba hacer. Camila se animó y dijo:
"A mí me gusta cantar, pero creo que no lo hago tan bien".
"¡Cantar es maravilloso! Te aseguro que cualquier voz tiene su magia, solo hay que tener confianza" - dijo Pepito con una sonrisa.
Lucas, el más tímido del grupo, confesó:
"Yo me sé trucos de magia, pero nunca se los he mostrado a nadie".
"¡Eso sería increíble! ¡La magia siempre deja a todos sorprendidos!" - animó Pepito.
Al final de la tarde, todos los niños estaban entusiasmados. Pepito ofreció su cafetería como escenario para que cada uno pudiera demostrar su talento. Llenó la sala de globos y decoraciones de colores, creando un ambiente festivo.
El día del evento llegó, y la cafetería se llenó de alumnos, maestros y hasta algunos padres. Pepito, como buen anfitrión, dio la bienvenida a todos.
"Hoy veremos el talento que hay en nuestra escuela, ¡brindemos apoyo a todos!" - exclamó.
Camila fue la primera. Se subió al pequeño escenario improvisado y, aunque al principio temblaba, empezó a cantar. Cuando terminó, todos estallaron en aplausos. Lucas tomó coraje y mostró algunos trucos de magia: ¡hizo desaparecer una moneda y luego apareció en la oreja de un compañero! Las risas y los aplausos resonaron en toda la cafetería.
Cuando le llegó el turno a Pepito, él miró a sus amigos y sonrió.
"Yo no sé hacer magia, ni cantar, pero puedo contarles una historia sobre la amistad, porque es el talento más grande que podemos tener" - dijo Pepito. Y con su voz clara y dulce, les relató una historia sobre cómo la amistad puede unir a las personas de diferentes lugares y hacer que cada uno brille con su luz.
Al terminar la historia, el lugar explotó en aplausos.
"¡Eres un cuento inigualable, Pepito!" - gritó Camila emocionada.
"Sí, y gracias a vos descubrimos el verdadero valor de compartir nuestros talentos" - agregó Lucas, sonriendo.
Desde ese día, la cafetería de la escuela no solo fue el lugar donde se servían deliciosas comidas, sino también un espacio donde todos los estudiantes podían compartir y celebrar sus talentos. Pepito Juan el peruano se convirtió en el corazón de la cafetería, y cada semana, organizaba un nuevo evento para que sus amigos mostraran sus habilidades.
Así, todos aprendieron que, aunque cada uno tiene sus propias inseguridades, el verdadero valor está en apoyarse unos a otros y celebrar lo que cada uno trae al grupo, sin importar cuán grande o pequeño sea. La amistad y la confianza mutua hicieron de la cafetería un lugar lleno de alegría y risas.
FIN.