Las Aventuras de Quijotín en el Patio de la Escuela
Era una mañana brillante en el colegio San Martín y un niño llamado Lucas, apodado Quijotín por su espíritu aventurero, soñaba con ser un caballero andante como su héroe, Don Quijote. Todos los días, sacaba su espada de juguete y se ponía una capa hecha con una manta vieja, listo para luchar por la justicia.
Lucas tenía dos mejores amigos: Sancho, siempre dispuesto a seguirlo en sus locuras, y Sofía, a quien él llamaba Dulcinea, la niña más amable y generosa de toda la escuela.
"¡Sancho! ¡Dulcinea! ¡Hoy es un gran día para una aventura!", exclamó Lucas mientras se ajustaba la capa.
"¿Qué vamos a hacer hoy, Quijotín?", preguntó Sancho, que siempre tenía una sonrisa en su rostro y un sandwich en la mochila.
"Voy a defender a los niños que sufren bullying en nuestro colegio. ¡Nadie debería sentirse menos que los demás!", respondió el niño con determinación.
Sofía sonrió y dijo: "Eres muy valiente, Lucas. Pero, ¿realmente crees que podrás ayudarlos?"
"¡Por supuesto! Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?"
Con esa convicción, el trío decidió ir al patio de la escuela donde los niños solían ser molestados por un grupo de mayores.
Al llegar, encontraron a un grupo de chicos riéndose y apuntando hacia un niño llamado Mateo, que estaba sentado solo en una esquina.
"¡Alto!", gritó Lucas, adoptando una postura desafiante. "En nombre de la justicia y la caballería, exijo que dejen en paz a este caballero caído."
Los niños más grandes se rieron de Lucas. "¿Y quién te crees para decirnos eso?", preguntó uno de ellos, mientras se acercaba y lo empujaba suavemente.
Pero Lucas no se dejó intimidar. "Soy Quijotín, y he jurado proteger a los más débiles. Nadie debería sentirse menos en esta escuela por el simple hecho de ser diferente. ¡Mateo es un gran amigo y lo respetamos!"
Mateo miró a Lucas con sorpresa. "¿Realmente lo creés, Lucas?"
"¡Claro que lo creo!", respondió Lucas mientras Sancho le hacía gestos de aliento. "No estás solo, nosotros estamos contigo."
Las palabras de Lucas resonaron en el patio. Así, uno a uno, se fueron uniendo más niños al grupo de Quijotín. Sin embargo, los chicos mayores no se dieron por vencidos. Decidieron lanzar un reto. "Si querés defender a este chico, tendrán que jugar un partido de fútbol contra nosotros. ¡Si ganan, Mateo no será molestado más!"
Lucas y Sancho se miraron, un poco asustados pero decididos.
"¡Aceptamos el desafío!", exclamó Lucas.
El día del partido llegó y todo el colegio se reunió para ver la partida. Lucas y Sancho formaron su equipo con los niños valientes que habían decidido apoyarlos. Del otro lado, los chicos más grandes estaban listos para jugar muy en serio.
El partido comenzó y los menores dieron lo mejor de sí. Lucas, lleno de fuerza y coraje, se lanzaba hacia el balón como un verdadero caballero. Sin embargo, los chicos mayores eran rápidos y hábiles.
"No te preocupes, Quijotín, ¡vamos por Mateo!", gritó Sancho mientras corría tras la pelota.
El juego era reñido y no todo fue fácil. En un momento, Sancho recibió un codazo y cayó al suelo. Lucas sintió que su valentía flaqueaba, pero recordó su objetivo.
"¡Sancho, levántate! ¡No te rindas! ¡Estamos haciendo esto por Mateo!"
Con un nuevo ímpetu, Lucas comenzó a correr nuevamente. De repente, la pelota llegó a sus pies y, en un acto de inspiración, hizo un remate espectacular ¡Gooool! El grito de entusiasmo resonó por todo el patio.
Los más grandes no podían creerlo. "¿Cómo es posible?", murmuró uno de ellos mientras el equipo pequeño celebraba.
El partido continuó y, poco a poco, los niños más grandes empezaron a desesperarse, sintiendo que perdían la confianza. Al final, el pitido del árbitro sonó y, para sorpresa de todos, el equipo de Lucas ganó.
"¡Ganamos! ¡Mateo es libre!", gritaron con alegría. Todos los chicos se unieron en una gran celebración, incluidos aquellos que habían sido los bullys, quienes, al ver el ejemplo de valentía, decidieron pedir perdón a Mateo.
Desde ese día, en el colegio San Martín, la valentía de Quijotín, Sancho y Dulcinea se convirtió en una leyenda. No solo defendieron a Mateo, sino que demostraron que la empatía y la amistad podían más que cualquier tipo de acoso.
Y así, Lucas, Sancho y Sofía siguieron viviendo sus aventuras, siempre listos para ayudar a quien lo necesitara y promover la bondad en el corazón de todos los niños.
FIN.