Las aventuras de René y el queso delicioso


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Ratonia, un ratoncito llamado René. René era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras que vivir.

Un día, mientras exploraba los alrededores de su madriguera, se encontró con un delicioso trozo de queso. - ¡Qué maravilla! ¡Este queso se ve delicioso! -exclamó René emocionado. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de darle un mordisco al queso, escuchó una voz detrás suyo.

- ¡Alto ahí, Ratón! Ese queso no es tuyo -dijo el gato Tomás con tono amenazante-. Si quieres comértelo, vas a tener que pasar una serie de pruebas para demostrar que eres digno de disfrutarlo.

René sintió miedo ante la presencia del gato Tomás, pero su deseo por probar ese exquisito queso era más fuerte. Así que aceptó el desafío sin dudarlo.

El gato Tomás le explicó las pruebas que debía superar: primero tendría que encontrar la llave de la despensa donde estaba guardado el queso; luego resolver un acertijo para abrir la puerta; y por último llegar hasta el queso sin ser descubierto por los guardianes del lugar. René sabía que no serían pruebas fáciles, pero decidió enfrentarlas con valentía y determinación.

Comenzó su búsqueda por la llave recorriendo cada rincón del pueblo y preguntando a sus amigos si sabían algo al respecto.

- ¿Has visto alguna llave por aquí? Necesito encontrarla para poder llegar al queso -preguntaba René a todos los animales con los que se cruzaba en su camino. Finalmente, después de mucho buscar y seguir pistas, René encontró la llave escondida en el jardín de Margarita, la ratona jardinera.

Con la llave en sus manos, se dirigió rápidamente hacia la despensa donde estaba esperándolo el siguiente desafío: resolver el acertijo. "Tiene ojos pero no puede ver, tiene agua pero no puede beber. ¿Qué es?" -leyó René en voz alta mientras pensaba atentamente en la respuesta.

Después de unos minutos de reflexión, una idea brillante iluminó su mente y respondió:"Es un pez". La puerta se abrió lentamente revelando el camino hacia el tan ansiado trozo de queso.

Sin embargo, aún quedaba una última prueba por superar: llegar hasta allí sin ser descubierto por los guardianes nocturnos del lugar.

Con sigilo y astucia, René logró sortear todos los obstáculos y finalmente llegó frente al preciado tesoro: el trozo de queso más grande y apetitoso que jamás había visto. Sin dudarlo ni un segundo más, dio un gran bocado sintiendo cómo su corazón rebosaba alegría y satisfacción.

Desde ese día en adelante, René aprendió que con valentía, determinación y astucia podía superar cualquier desafío que se le presentara en su vida. Y aunque tuviera que enfrentarse a grandes adversidades como gatos hambrientos o complicados acertijos, siempre habría algo dulce (y salado) esperándolo al final del camino: ¡un buen pedazo de queso!

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