Las Aventuras de Rocío y Flor en la Feria



Rocío y Flor eran dos hermanas que vivían en un pueblito rodeado de montañas y campos verdes. Cada mes, el pueblito se transformaba con la llegada de la feria, donde pequeños comerciantes ofrecían juguetes, ropa y deliciosas golosinas. Aunque ellas no podían comprar nada, esperaban con ansias la feria.

Un día, mientras ayudaban a su madre a preparar la comida, Rocío le dijo a Flor:

"¿Te acordás que el mes pasado encontramos esa muñeca de trapo tan bonita?"

"Sí, pero era tan cara...", respondió Flor suspirando. "Pero no importa, a mí me encanta simplemente mirar."

Así que, el primer día de la feria, las dos chicas se vistieron con sus mejores ropas y salieron corriendo hacia la plaza. Al llegar, los colores y los sonidos les llenaron el corazón de alegría. Había un puesto de frutas frescas, un carrito de helados, y hasta una rueda de la fortuna que giraba despacio en el centro.

"Mirá, ese es el lugar donde venden las muñecas de trapo. Vamos a verlas de nuevo!" dijo Rocío emocionada.

Las hermanas caminaron hacia el puesto, y allí estaban las muñecas, con sus hermosos vestidos de colores. Mientras las admiraban, notaron que la señora del puesto parecía muy preocupada.

"¿Qué te pasa, señora?" preguntó Flor.

"Es que se me ha roto la mesa y no puedo vender mis muñecas. Si no las vendo, no puedo comprar más materiales para hacer otras...", explicó la señora con tristeza.

Rocío y Flor se miraron y, después de un momento de silencio, Rocío tuvo una idea.

"Podemos ayudarte, señora. ¿Cómo podemos hacerlo?"

"¡Oh, pero son solo unas niñas!" se sorprendió la señora.

"No importa, podemos hacerlo. Si nos prestas un poco de cinta y una caja, podríamos intentar arreglarlo mientras miras las muñecas", dijo Flor con convicción.

La señora asintió con una sonrisa, y junto a Rocío, comenzaron a reparar la mesa. Mientras trabajaban, las hermanas se dieron cuenta de lo divertidos que eran esos momentos. Rían y bromeaban mientras usaban la cinta, y pronto la mesa quedó como nueva.

"¡Listo! Ya está, señora!" dijeron al unísono.

La señora miró la mesa sorprendida y le sonrió a las niñas.

"¡No puedo creerlo! Ustedes son unas verdaderas ayudantes, gracias. Por su trabajo, elijan una muñeca para llevar a casa."

Ambas hermanas se sorprendieron. No esperaban eso, pero antes de elegir, Rocío y Flor se miraron, y entonces Rocío dijo:

"¿Saben qué, señora? Preferimos que regale la muñeca a una de las otras niñitas que vengan. Nosotras tenemos tanta alegría sólo por ayudar."

La señora se emocionó tanto que les dio un fuerte abrazo.

"Ustedes son las mejores. A veces las cosas más bellas se crean con el corazón. Gracias por su generosidad."

Las hermanas se despidieron de la señora y siguieron explorando la feria, llenas de alegría. En lugar de comprar algo, habían ganado algo mucho más valioso: la felicidad de hacer el bien.

"Hoy aprendí que ayudar a los demás nos hace sentir felices", reflexionó Rocío.

"¡Sí! A veces, compartir una sonrisa o un gesto amable vale más que cualquier juguete!" agregó Flor con una sonrisa.

Y así, la feria se convirtió en un lugar aún más especial para ellas, un espacio donde la amistad, la solidaridad y la alegría de ayudar florecieron como hermosas flores en su pueblito.,

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!