Las Aventuras de Roma y Charo en el Mar



Era un hermoso día de verano, el sol brillaba intensamente y el sonido de las olas era como una melodía suave que invitaba a jugar. Roma, una niña curiosa y llena de energía, jugaba con su prima Charo en la playa.

"¡Vamos a construir el castillo más grande de todos!" propuso Roma, dejando su toalla de lado.

"¡Sí! Y luego lo llenamos de conchitas y caracoles que encontremos!" respondió Charo, entusiasmada.

Las dos chicas comenzaron a cavar y apilar la arena. Entre risas y salpicones de agua, volaban los baldes y las palas de un lado a otro. Sin embargo, mientras trabajaban en su castillo, Roma notó algo extraño cerca de la orilla.

"Mirá, Charo, ¿qué es eso?" dijo Roma señalando un objeto brillante que sobresalía de la arena.

Ambas se acercaron y encontraron un viejo compás.

"¡Qué lindo! Pero, ¿para qué sirve?" preguntó Charo.

"Creo que los barcos lo usan para encontrar el norte. ¡Podemos usarlo en nuestra aventura!" respondió Roma, emocionada.

Con el compás en mano, decidieron que su castillo no solo sería un castillo, sino un faro que guiaría a los barcos hacia la playa.

"¡Sí! Ahora tenemos una misión" dijo Roma, mientras empezaban a construir una torre más alta.

Pero de repente, una gran ola rompió y amenazó su castillo.

"¡Noooo!" gritaron al unísono, corriendo a salvar su obra maestra.

Lograron rescatar algunas conchas y parte de su construcción, pero el castillo estaba dañado.

"No importa, podemos reconstruirlo. ¡Con el compás seremos capaces de hacer el faro aún mejor!" motivó Charo.

Y así, las dos primas se pusieron a trabajar de nuevo, aprendiendo de los errores que habían cometido. Mientras trabajaban, el viento trajo consigo el aroma de sal y la risa de otros niños que jugaban en la playa.

"Sos muy buena en esto, Charo. Tal vez deberíamos invitar a los demás a ayudarnos," sugirió Roma.

"¡Sí! Cuantos más seamos, mejor será nuestro faro. Y podemos enseñarles a usar el compás también. Es como compartir una aventura," respondió Charo.

Llamaron a sus amigos de la playa, quienes rápidamente se unieron a la causa. Cada uno trajo sus herramientas y un montón de energía. Juntos, comenzaron a construir un faro aún más grande y hermoso que habían imaginado.

Así, entre risas y cuentos, se dieron cuenta de que lo importante no era solo el resultado final, sino todo lo que aprendieron y compartieron en el proceso.

"¡Mirá, ahí viene una gaviota! Parece que le gusta nuestro faro", observó Charo señalando hacia el cielo.

"¡Sí! Creo que a los pájaros también les gusta navegar. ¡Tal vez ellos muestren a los barcos el camino!" agregó Roma riendo.

Al terminar, el faro se veía espléndido, con conchas y caracoles decorando su base. Las chicas decidieron que, si el mar estaba de acuerdo, al día siguiente volverían a jugar.

Las olas continuaron danzando mientras el sol comenzaba a esconderse. Con el corazón lleno de alegría y en sus manos el compás brillando con los últimos rayos de luz, Roma y Charo se dieron cuenta de que habían creado algo mágico.

"Gracias por ser mi prima y amiga, Charo. Jugar juntas siempre es más divertido," dijo Roma abrazando a su prima.

"¡Y gracias a vos! Siempre encontramos nuevas aventuras en cada juego,"contestó Charo.

Y así, con el faro brillando a su lado, comenzaron a caminar de regreso a casa, con el viento suave acariciando sus rostros y la promesa de una nueva aventura al amanecer.

FIN.

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