Las Aventuras de Salomé, Sofía y María Antonía



En el grado 501 de la escuela Normal Superior, tres niñas muy diferentes entre sí se conocieron. Salomé era inquieta y siempre tenía mil ideas brillantes, Sofía era la más tranquila, una experta en organización y planificaciones, mientras que María Antonía era la artista del grupo, con una imaginación desbordante.

Un día, mientras todos los compañeros jugaban en el receso, Salomé se acercó a Sofía.

"¡Sofía! Necesito tu ayuda. Quiero organizar un concurso de talentos para la clase, pero no sé por dónde empezar."

Sofía sonrió, y dando un vistazo a su alrededor dijo:

"¡Eso suena genial! Podemos hacer algunas carteleras y pedirle a todos que se inscriban."

Así fue como, en ese momento, se unió al plan María Antonía, quien estaba pintando un mural en un rincón del patio.

"¡Yo puedo hacer los carteles! Me encantaría ilustrarlos con dibujos coloridos."

Las tres, con sus talentos combinados, lograron organizar el concurso de talentos. A medida que pasaban los días, pasaban más tiempo juntas. Montaban ensayos, ayudaban a sus compañeros con las presentaciones y, por supuesto, se reían de los errores que ocurrían en el proceso.

Un día, mientras trabajaban juntas, comenzaron a hablar sobre sus sueños.

"Yo quiero ser inventora y crear cosas que ayuden a la gente", comentó Salomé.

"Yo quiero ser organizadora de eventos. Me encanta planificar cosas y hacer que todo funcione como un reloj", dijo Sofía.

"Yo quiero ser artista y pintar murales en toda la ciudad", agregó María Antonía.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que cada una tenía un rol muy especial en su grupo. Se apoyaban mutuamente, y eso las hizo más fuertes. Sin embargo, a veces había malentendidos. Un día, Salomé sintió que Sofía siempre quería controlar todo.

"Sofía, creo que no me dejas aportar mis ideas. Me siento un poco frustrada", le dijo Salomé al finalizar el último ensayo.

Sofía, sorprendida, le respondió:

"No era mi intención, Salomé. Solo quería que todo saliera bien."

María Antonía, al ver la tensión entre sus amigas, decidió intervenir.

"Chicas, creo que ambas tienen razón. Cada una aporta algo diferente y eso es lo que hace que nuestro grupo sea único. Hablemos de cómo podemos compartir nuestras ideas mejor."

Después de esa conversación, las tres se dieron cuenta de que la amistad se basaba en la comunicación, el respeto y la colaboración.

Cuando llegó el día del concurso de talentos, fue un gran éxito. Los padres, amigos y maestros se rieron, aplaudieron y disfrutaron de los talentos ocultos de los chicos. Salomé presentó su invento, un juego que enseñaba sobre reciclaje; Sofía organizó todo de manera brillante, y María Antonía pintó un hermoso mural que capturaba la esencia de la clase.

"¡Lo hicimos juntas!" exclamó Salomé al final del concurso.

"Sí, esto es lo que significa ser amigas", respondió Sofía con una gran sonrisa.

"¡Nunca voy a dejar de pintar nuestra historia!" agregó María Antonía, quien ya estaba pensando en su próximo mural.

Desde entonces, Salomé, Sofía y María Antonía supieron que su amistad era un tesoro invaluable. Juntas, aprendieron que ser diferentes las hacía más fuertes y creativas. Cada desafío que enfrentaban se convertía en una nueva aventura, y cada éxito era un motivo para celebrar. Así, en el grado 501, nacía una amistad que duraría para siempre, llena de sueños y risas. Y así es como, en cada rincón de la clase, se sentía la alegría de la amistad, la creatividad y el trabajo en equipo, algo que nunca olvidarían.

FIN.

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