Las Aventuras de Santiago en Estados Unidos



Era una hermosa mañana de verano y Santiago, un niño de diez años, se despertó emocionado en su habitación de hotel en Nueva York. Estaba de vacaciones con su familia: su papá, su mamá y su hermano menor, Lucas. "¡Hoy vamos a explorar la ciudad!", dijo Santiago mientras se duchaba.

"Tenés que comer primero, Santi", le recordó su mamá mientras servía un delicioso desayuno. "Hoy recorreremos Times Square y luego la Estatua de la Libertad."

"¡No puedo esperar!", exclamó Lucas, que sólo tenía seis años pero estaba lleno de energía.

Después de un delicioso desayuno, los cuatro se dirigieron a Times Square. Las luces brillaban y miles de personas caminaban por las calles.

"Miren esos carteles enormes, papá!" gritó Santiago, señalando un cartel de su película favorita. "¡Quiero sacarme una foto ahí!"

"¡Dale! Vamos", respondió su papá con una sonrisa. Santiago se colocó frente al cartel y, mientras posaba, Lucas se acercó y le preguntó:

"¿Por qué te gusta tanto esa película, Santi?"

"Porque muestra que cuando trabajas duro, siempre se logran las cosas que te propones", respondió el hermano mayor con una sonrisa.

Más tarde, subieron a un ferry que los llevó hacia la Estatua de la Libertad. Mientras navegaban, Santiago sintió una fuerte brisa. Miró el mar y comentó:

"¿Sabían que la estatua es un regalo de Francia? Es un símbolo de libertad, eso me parece increíble."

"¡Sí! Y también nos enseña a valorar la diversidad", agregó su mamá. "Así que siempre debemos ser respetuosos y aprender de las diferencias de los demás."

Luego de explorar Nueva York, el siguiente destino era Washington D.C. En la capital, visitaron el Museo del Aire y el Espacio. Allí, Santiago se quedó fascinado mirando un simulador de vuelo.

"¡Quiero ser piloto!", dijo entusiasmado. Su papá le sonrió y le dijo:

"Si te gusta, tenés que estudiar mucho."

Pero, de repente, algo inesperado sucedió. Mientras Santiago estaba en la sala de simuladores, Lucas corrió hacia un pequeño cohete expuesto. Sin querer, empujó un botón que hizo que el cohete emitiera un fuerte sonido.

"¡Lucas! ¡No!", gritó Santiago, y todos se giraron a mirarlos. La alarma sonó y comenzó a parpadear una luz roja.

"Tranquilo, Santi. No es nada. Solo un sonido", le dijo su mamá riendo, intentando calmar la situación. Pero Santiago estaba preocupado por lo que podía suceder.

"¿Y si nos echan?", preguntó angustiado.

"No pasa nada, así son los museos. Después de todo, tienen que entretener; es parte del aprendizaje", le aseguró su papá.

Al final, la situación se calmó y todos siguieron disfrutando del museo, aprendiendo sobre el espacio y los avances tecnológicos.

Continuaron su viaje hacia Orlando, donde visitaron un parque de diversiones. Santiago tiró de la mano de Lucas y le dijo:

"Vamos a la montaña rusa más grande, ¡prometeme que no vas a tener miedo!"

"¡Prometido!" respondió Lucas con los ojos brillantes. Y cuando subieron, Lucas gritó emocionado mientras el tren descendía a gran velocidad.

"¡Esto es increíble!" exclamó Lucas mientras se reía a carcajadas.

Después de un día lleno de risas, la familia se trasladó a Chicago. Allí, Santiago se asombró al ver el lago Michigan.

"¡Es como un mar!", dijo, maravillado.

"Así es, en realidad se le llama un lago, pero es enorme", explicó su mamá. "Y esto nos enseña sobre los ecosistemas y cuán importante es cuidarlos."

Por último, el viaje los llevó a San Francisco. Santiago y su familia pasearon por el famoso Puente Golden Gate, donde Santiago decidió hacer un reto. Desde un extremo del puente, gritó:

"Si puedo hacer este desafío y correr hasta el final del puente sin detenerme, me prometen que me comprarán un dron."

"¡Trato hecho!", dijo su papá, emocionado, mientras todos lo animaban. Santiago se lanzó a correr, y aunque se sentía cansado, no se detuvo. Justo antes de cruzar, dio un último esfuerzo y llegó a la meta.

"¡Lo hice!" gritó, con un gran brillo en los ojos. "¡Ahora tengo que tener mi dron!"

"Podés lograr lo que te propongas, Santi", le dijo su mamá con orgullo.

Después de un viaje lleno de aprendizajes, risas y recuerdos, Santiago se despidió de cada ciudad, llevando consigo no solo un dron, sino también la certeza de que cada lugar visitado había dejado una huella en su corazón.

Y así, al volver a casa, Santiago soñaba con todas las aventuras que aún le quedaban por vivir.

FIN.

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