Las Aventuras de Shiber
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un perro travieso llamado Shiber. Shiber era un Labrador de color dorado, con una energía y curiosidad que no tenían límites. Le encantaba estar junto a su ama, Clara, una niña de diez años que lo adoraba más que a nada en el mundo.
Shiber tenía un talento especial: conocía todos los vehículos de los dueños del barrio. Cuando escuchaba un motor acercarse, sus orejas se levantaban como antenas, y corría hacia la puerta con su cola moviéndose de un lado a otro.
Un día, mientras Clara estaba en la escuela, Shiber se quedó en casa con una gran idea. Quería hacer algo especial para sorprender a su ama al volver. Comenzó a pensar. "¿Qué les encanta a los humanos? ¡Comida!"- dijo para sí mismo emocionado. Entonces decidió que sería genial preparar un banquete de croquetas y pollo.
Primero, se escapó por la puerta trasera y corrió hacia la tienda del barrio. Conocía bien a Don Manuel, el dueño, quien siempre le daba un poco de comida. "Hola, Shiber, ¿qué hacés por aquí?"- preguntó Don Manuel, riéndose al ver al perro. "Voy a buscar croquetas para mi ama, y un pollo de verdad"- contestó Shiber moviendo su cola.
Don Manuel, divertido por la ocurrencia, le dio una bolsa de croquetas. "Ahí tenés, pero ¿cómo vas a conseguir el pollo?"- preguntó. Shiber, astuto como era, recordó que cucarachas no le gustaban, así que empezó a olfatear en busca de alguna pista. A lo lejos, vio un carnicero en la vereda. Corrió rápidamente hacia allí.
Mientras tanto, Clara terminó la escuela y, al llegar a casa, notó que algo estaba diferente. "¿Shiber?"- lo llamó, pero no hubo respuesta. Ella pensó que seguramente estaba en el jardín.
Shiber, en su aventura, llegó al carnicero. "¿Podrías darme un pedacito de pollo?"- le pidió con sus ojos grandes y tiernos. El carnicero no pudo resistirse. "Está bien, pero solo porque sé que lo harás con amor"- dijo, y le entregó un buen trozo de pollo. Shiber, muy contento, tomó su botín y corrió de regreso a casa.
Cuando llegó, viéndose todo desordenado, comenzó a preparar la mesa. Con mucha dedicación, colocó las croquetas y el pollo sobre el mantel favorito de Clara. Pero, en su emoción, no se dio cuenta de que también había dejado la puerta del patio abierta.
De repente, un grupo de gatos del barrio decidió aprovechar la oportunidad y entraron corriendo a la cocina. "¡Oh no!"- gritó Shiber, al ver como se llevaban las croquetas y parte del pollo que había preparado.
"¿Qué hacemos, Shiber?"- preguntaron los gatos mientras devoraban la comida. Shiber fue muy creativo. Estrategicamente, comenzó a ladrar y a correr alrededor de ellos. "¡No, no! ¡Eso no es para ustedes! ¡Es para mi ama! ¡Déjenlo!"- ladraba.
Los gatos, sorprendidos por la energía de Shiber, decidieron que era hora de irse. En un abrir y cerrar de ojos, habían desaparecido. Shiber, aunque había perdido parte de su banquete, sonrió al ver que aún tenía algo preparado para Clara.
Cuando Clara llegó a casa, encontró a su perro con una sonrisa pícara. "¿Qué hiciste, Shiber?"- le preguntó mientras olfateaba el aire y se daba cuenta del delicioso aroma.
Shiber movió la cola, feliz. "Te preparé una fiesta con tus favoritos"- dijo, sin poder contener su emoción. Clara se agachó a abrazarlo. "Sos el mejor perro del mundo. ¡Pero, ¿dónde están las croquetas?"-
Compartieron una hermosa tarde, con lo que quedó del pollo y las croquetas, y, aunque un poco menos de lo planeado, su amistad brillaba más que nunca.
El día terminó con Clara prometiendo que al día siguiente irían juntos a la tienda a premiar a Shiber por su ingenio y, sobre todo, por ser un perro tan especial. Shiber había aprendido que la aventura y la amistad son los mejores ingredientes para una gran historia.
Y así, entre risas y juegos, Shiber y Clara vivieron felices, siempre listos para nuevas travesuras en su pequeño mundo, disfrutando juntos de momentos inolvidables.
FIN.