Las Aventuras de Shiber en Achacachi
En un colorido y tranquilo pueblo de Achacachi, vivía Shiber, un pequeño perro chapi de color negro que siempre estaba lleno de energía. Era un perrito travieso, con un gran corazón y un olfato excepcional que lo hacía un amigo leal y juguetón. Shiber tenía un amor incondicional por su ama, la mamá de dos niñas, Sofía y Valentina.
Una mañana soleada, mientras Shiber jugaba en el patio, sintió cómo su corazón latía de emoción.
- ¡Es hora de salir a pasear! - ladró, mientras corría hacia la puerta.
Sofía y Valentina estaban listas para llevar a Shiber al parque. El perro era muy astuto y sabía la diferencia entre los coches que pertenecían a su familia.
- ¡Ya viene papá! - gritó Valentina mientras escuchaba el sonidito familiar de la bocina de su papá.
Shiber se puso en pie en un instante y corrió hacia la entrada.
- ¡Shiber, espera! - dijo Sofía riendo. Pero él ya había corrido a abrazar a su padre, que se bajaba del auto.
Pero esa fue solo una de las emocionantes aventuras que vivieron. Un día, mientras paseaban por el parque, un grupo de niños jugaban con una pelota. De repente, la pelota rodó hacia un arbusto. Uno de los niños se acercó temeroso de que hubiera alguna sorpresa desagradable entre las ramas.
- ¡No te preocupes, yo voy! - ladró Shiber, corriendo hacia el arbusto.
Con su hocico, empezó a mover las ramitas hasta que, para sorpresa de todos, apareció un pequeño gato atascado.
- ¡Miren! - dijo Sofía. - Shiber ha encontrado un gatito.
- ¡Qué bravo que sos, Shiber! - le dijo Valentina, mientras el gatito maullaba suavemente.
Shiber movió su cola, feliz de ser el héroe del día. El grupo de niños decidió llevar al gatito a su casa, pero antes, Shiber lo cuidó un rato.
El tiempo pasó, y mientras estaban cerca del estanque, Valentina se dio cuenta de que el sol comenzaba a esconderse.
- ¡Tenemos que volver a casa, es tarde! - dijo.
- ¡Genial! - ladró Shiber, sabía que pronto recibiría su premio favorito: unas croquetas que hacía su ama. Pero al regresar, el camino se oscureció y una tormenta comenzó a asomarse.
- ¡Oh, no! - decía Sofía. - No quería que me mojaran.
Shiber, con su espíritu aventurero, decidió que no dejaría que la tormenta arruinara su día.
- ¡Vengan, vamos a escondernos bajo ese árbol! - ladró, guiando a las niñas hacia un árbol grande, que les proporcionó refugio. Mientras esperaban a que pasara la lluvia, comenzaron a contar historias.
- ¿Sabes por qué Shiber es el mejor perro del mundo? - preguntó Valentina.
- ¡Porque siempre nos cuida! - respondió Sofía.
Finalmente, la lluvia pasó y al mirar hacia el cielo, un hermoso arcoíris se formó. Fue el momento perfecto para regresar a casa con su mamá. Cuando llegaron, su ama sonrió al ver a sus pequeñas y a Shiber tan felices.
- ¡Miren, mi arcoíris! - exclamó Sofía.
- ¡Qué lindo! ¡Todos los colores del mundo! - añadió Valentina.
Su mamá, viendo la alegría en sus rostros, decidió preparar una rica merienda.
- ¡Nos merecemos unas galletitas después de un día tan aventurero! - dijo mientras Shiber movía su cola contento.
Esa noche, todos se acurrucaron en el sofá con Shiber.
- ¿Sabés? - le dijo Valentina a su perrito con ternura. - Eres nuestro mejor amigo y siempre estás ahí para cuidarnos.
Y así, con el eco de risas y el sabor de las galletitas, Shiber cerró los ojos, feliz y agradecido por tener una familia a la que quería tanto.
Desde entonces, las aventuras de Shiber y las niñas nunca se detuvieron, aprendiendo a cuidar de los demás y enfrentar cualquier tormenta, siempre juntos.
Y colorín colorado, esta historia ha terminado.
FIN.