Las Aventuras de Sofía, María Antonía y Salomé



Era un cálido día de otoño en el colegio Escuela Normal Superior. En el aula del grado 501, los rayos de sol filtraban a través de las ventanas, iluminando el espacio lleno de risas y juegos. Sofía, María Antonía y Salomé estaban a punto de vivir una nueva aventura juntas.

La primera vez que se encontraron no fue en las mejores condiciones.

"No puedo creer que tengas la última galletita, Sofía!" - reclamaba María Antonía, mirando con ansia la merienda de su compañera.

"Pero fue la única que trajo mi mamá, ¡perdóname!" - se defendió Sofía con los ojos abiertos como platos.

Salomé, que estaba viendo la situación de lejos, decidió intervenir.

"Chicas, ¿por qué no compartimos? Así todas podemos disfrutarla.", propuso con una sonrisa.

Esa idea pareció iluminar el ambiente y, a partir de ese momento, las tres comenzaron a compartir no solo la galletita, sino también sueños, risas y más meriendas.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que cada una tenía una habilidad especial. Sofía era una artista talentosa que pintaba paisajes hermosos en su cuaderno. María Antonía era una narradora increíble, siempre creando historias fascinantes. Y Salomé, era la mejor en matemáticas, resolviendo problemas que hacían que sus amigas se quedaran boquiabiertas.

Un día, mientras estaban en el recreo, decidieron formar un equipo: "Las Chicas Creativas".

"Podríamos hacer un mural enorme para la escuela con mis dibujos!" - propuso Sofía emocionada.

"Y yo puedo escribir una historia sobre el mural, que cuente la vida de los artistas que lo hicieron!" - agregó María Antonía.

"Y yo puedo ayudar a organizar todo y hacer que el mural cuente también con datos matemáticos interesantes!" - finalizó Salomé.

Las tres se pusieron manos a la obra. Pasaron horas en el patio, con pinceles, papel y muchas risas. Pero no todo fue fácil. Un día, mientras estaban pintando, un viento fuerte hizo volar todos los bocetos.

"¡Noooo! Mis dibujos!" - gritó Sofía, desesperada.

Las chicas corrieron tras los papeles que volaban, pero cuando lograron reunirlos, notaron que algunos estaban arrugados y otros manchados.

"Chicas, está bien, podemos volver a hacerlos," - dijo María Antonía, tratando de consolar a su amiga.

"Sí, y además, cada dibujo puede ser aún mejor que el anterior!" - añadió Salomé.

Juntas, se sentaron en el suelo y empezaron a crear nuevos bocetos, riendo de lo que había sucedido. Ese día aprendieron que los errores eran parte del proceso y que lo importante era seguir adelante.

Después de semanas de trabajo, finalmente el mural estuvo terminado. El día de la inauguración, toda la escuela se reunió en el patio. Sofía, María Antonía y Salomé estaban nerviosas, pero felices.

"Chicas, lo hicimos!" - exclamó Sofía con una gran sonrisa.

Cuando el director descubrió el mural, todos los estudiantes aplaudieron. Era un mural colorido que reflejaba la amistad y el trabajo en equipo de las chicas. A partir de ese día, se volvieron conocidas en la escuela como "Las Chicas Creativas", y su mural se convirtió en un símbolo de alegría e inspiración para todos.

Con el tiempo, Sofía, María Antonía y Salomé comprendieron que su amistad era tan sólida como un mural, y que cada una aportaba algo único y especial. Juntas, se enfrentaron a retos, compartieron éxitos y, lo más importante, construyeron una amistad que duraría para siempre.

A veces, las mejores amistades empiezan de las maneras más inesperadas. Todo lo que se necesita es un poco de voluntad para compartir y muchas ganas de seguir soñando y creando. Ellas aprendieron a ayudar a los demás y a valorar cada pequeña cosa que el mundo les ofrecía. Con colores, palabras y números, hicieron del colegio un lugar más hermoso y lleno de magia.

FIN.

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