Las aventuras de Sofía, Miel y Lucas



Había una vez en un pequeño barrio que olía a pastel de manzana, una niña llamada Sofía que tenía un gato amarillo llamado Miel. Sofía y Miel eran inseparables. Cada día, después de la escuela, practicaban acrobacias en el jardín y se escapaban a explorar el mundo.

Un día, mientras Sofía y Miel jugaban a atrapar mariposas, se encontraron con su amigo Lucas, que siempre andaba con su cuaderno de dibujos y una gran sonrisa.

"Hola, Sofía. ¿Estás lista para otra aventura?" - preguntó Lucas.

"¡Sí! Pero esta vez quiero que sea algo diferente. He estado pensando en acertijos" - propuso Sofía, mientras acariciaba a Miel que se estiraba al sol.

Lucas, emocionado, sacó su cuaderno y dibujó un gran signo de interrogación.

"¿Y si hacemos una búsqueda del tesoro? Podemos esconder acertijos por todo el barrio y seguir las pistas hasta encontrar algo especial. ¿Qué te parece?" - sugirió él.

"¡Me encanta la idea!" - gritó Sofía.

Así que los tres amigos se pusieron manos a la obra. Sofía escribió su primer acertijo: "En el jardín me encuentro, y aunque no hablo, puedo ver todo lo que ahí está. Soy alto y verde, ¿quién soy?". Miel, curioso, se subió a una de las ramas de un árbol, como si intentara ayudar a resolverlo.

"¡Es un árbol!" - exclamó Lucas. Sofía lo miró con admiración, "¡Sí, Lucas! Vamos al jardín de la abuela Esther."

Cuando llegaron al jardín, encontraron un árbol gigante lleno de flores. Mirando hacia arriba, Sofía se dio cuenta de que había algo colgado en una de las ramas, un pequeño recipiente.

"¡Mirá! Ahí hay una nota" - dijo Sofía, estirando su mano hacia el recipiente.

Al abrirlo, era otro acertijo: "Soy redondo y jugoso, crezco en el campo, soy rojo y dulce, ¿quién soy?".

"¡Una fresa!" - gritó Lucas. Y todos comenzaron a reírse cuando vieron a Miel, que había comenzado a perseguir una mariposa que se acercó a ellos.

Después de descifrar varios acertijos, cada vez más desafiantes, llegaron a un misterioso parque lleno de flores de colores y risas. Allí descubrieron una fuente mágica que, según se decía, concedía deseos.

"¿Qué deseo le pedirías, Sofía?" - preguntó Lucas.

"Quiero que esto nunca termine, que siempre podamos encontrar aventuras juntos" - respondió Sofía con toda su sinceridad.

Miel, al escuchar eso, saltó a la fuente y, para sorpresa de todos, el agua comenzó a brillar.

"¡Mira! ¡Miel ha activado algo!" - dijo Lucas.

De repente, apareció un viejo sabio con barba blanca, que parecía salir de la fuente.

"¡Saludos, jóvenes buscadores de aventuras! He visto su ingenio y su amistosa unión. Para ustedes, les daré un regalo especial: ¡la habilidad de crear un acertijo cada vez que deseen! »

Los ojos de Sofía y Lucas brillaron de emoción.

"Gracias, señor. Prometemos usarlo con sabiduría" - dijeron al unísono.

Desde ese día, Sofía, Miel y Lucas se convirtieron en los maestros de los acertijos en su barrio, organizando juegos y fiestas donde todos podían participar. Y así, sus aventuras nunca terminaron. Cada día traía una nueva oportunidad de jugar, reír y aprender, recordando siempre que la verdadera magia reside en la amistad y la imaginación.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

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