Las aventuras de Sofía y Mateo en el País de los Sueños



Era un día soleado en la escuela primaria de La Esperanza, y Sofía y Mateo, dos entusiastas practicantes de magisterio, estaban listos para una nueva jornada llena de aprendizaje y diversión. Ambos compartían una chispa especial y la habilidad de transformar cualquier actividad en una emocionante aventura.

"¡Hoy vamos a explorar el País de los Sueños!" dijo Sofía con una gran sonrisa, mientras sostenía una caja de cartón decorate con estrellas y lunas.

"¿El País de los Sueños? ¡Eso suena increíble!" respondió Mateo, contagiándose de la energía de su compañera.

"Sí, sí, pero primero necesitamos la ayuda de nuestros amigos," agregó Sofía mirando a sus alumnos.

Los niños de cuarto grado, siempre listos para embarcarse en una nueva aventura, comenzaron a aplaudir emocionados.

"¡Vamos a construir una puerta mágica!" gritó Valentina, una niña con trenzas que siempre aportaba ideas creativas.

"¿Cómo hacemos eso?" preguntó Tomás, su compañero de escritorio.

Mateo y Sofía se miraron, y pensando rápidamente, Sofía dijo:

"Podemos usar cartón, pintura y un poco de imaginación. Cada uno puede dibujar un símbolo especial que represente lo que desea encontrar en el País de los Sueños. ¡Contemos con todos!"

Los niños se pusieron manos a la obra, y en poco tiempo, habían decorado la puerta mágica con dibujos de dragones, unicornios, y paisajes fantásticos. Una vez terminada, Mateo la miró con admiración.

"¡Está perfecta! Ahora, tenemos que tocarla tres veces para que se abra. ¿Listos?"

Todos hicieron una pausa y luego, al unísono, tocaron la puerta.

"¡Una, dos, tres!"

Al tercer toque, la puerta pareció temblar y, en un parpadeo, un resplandor iluminó el salón de clases.

"¡Vengan!" gritó Sofía mientras todos cruzaban la puerta, sintiendo como la habitación se desvanecía y eran transportados a un mundo brillante y lleno de color.

Una vez en el País de los Sueños, se encontraron en un prado cubierto de flores con formas inusuales y un cielo que cambiaba de color.

"¡Miren, hay un castillo de caramelos!" exclamó Mateo señalando un extravagante castillo, donde un pequeño dragón de colores brillantes los estaba esperando.

"Bienvenidos al País de los Sueños, amigos! Soy Dólar, el dragón de la dulzura. ¿Qué aventuras quieren vivir hoy?"

"¡Queremos jugar!" gritaron los niños al unísono.

Dólar sonrió y los llevó a un campo de juegos hecho de nubes donde podían volar, saltar y deslizarse.

"Pero antes de jugar, deben encontrar mi gema mágica, escondida en alguna parte del castillo. Solo así, el juego comenzará. ¡Buena suerte!" explicó el dragón.

"¡Vamos! ¡A buscar la gema!" dijo Sofía, y todos comenzaron a correr desmesuradamente hacia el castillo.

Mientras exploraban el castillo de caramelos, encontraron un laberinto delicioso. Las paredes eran de regaliz, y enfrentaron varios retos como responder acertijos relacionados con la amistad y la creatividad. Los niños estaban emocionadísimos, pero uno de los acertijos los detuvo.

"¿Qué es más poderoso que la fuerza, más ligero que el aire, y puede volar lejos sin alas?" preguntó Dólar, asomando su cabeza desde un rincón.

Todos se quedaron pensando. Valentina frunció el ceño y dijo:

"¡Ya sé! ¡Es la imaginación!"

"¡Correcto!", exclamó Dólar, y con un movimiento de su cola, apareció un camino dorado que los llevó hacia la sala del trono del castillo.

Allí, en el centro, estaba la gema brillante, pero también vieron un gran poema sobre la importancia de compartir y ayudar a otros.

"Antes de llevársela, deben prometerme que usarán su imaginación para hacer del mundo un lugar mejor," dijo Dólar.

Los niños se miraron y asintieron enérgicamente.

"¡Sí, lo haremos!" respondieron al unísono.

Dólar les entregó la gema y, con un parpadeo, todo a su alrededor comenzó a brillar un poco más.

"Ahora, ¡a jugar!" dijo Mateo, y todos los niños se lanzaron a la aventura.

Pasaron horas jugando en el País de los Sueños, aprendiendo a trabajar juntos y a valorar lo que cada uno tenía que aportar.

Finalmente, cuando llegó el momento de regresar a casa, Sofía y Mateo condujeron a sus alumnos de vuelta a la puerta mágica. Dólar los despidió desde el umbral del castillo.

"Recuerden, la verdadera aventura empieza siempre con la imaginación y la amistad. ¡Hasta pronto!"

Y así, cruzaron la puerta y volvieron al aula, donde el mundo real los esperaba, pero cada uno de ellos llevaba un pedacito del País de los Sueños en su corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!