Las Aventuras de Sofía y Valentina



Érase una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanas que se llamaban Sofía y Valentina. Sofía, la mayor, tenía doce años y era una niña fuerte e independiente, mientras que Valentina, de ocho años, era más inquieta y a veces le costaba seguir las reglas de la casa.

Un día, sus padres, que tenían un pequeño negocio de comida, estaban muy estresados debido a un gran pedido que debían entregar. Las hermanas se dieron cuenta de que, si no ayudaban, tendrían que afrontar las consecuencias.

"Sofía, vamos a ponerle onda a la limpieza. Si no lo hacemos, mamá y papá van a estar re enojados cuando vuelvan", propuso Valentina, mientras sacudía su trapo de limpieza.

"Sí, es verdad. Pero vos sabés que siempre terminamos peleando. Vos nunca dejás de hablar y no me dejas concentrarme", respondió Sofía con una mueca.

Entonces, Sofía se ató el cabello en una coleta y decidió que era momento de hacer las cosas diferente.

"¿Qué te parece si hacemos un juego con la limpieza?", sugirió Sofía. "¡El que termine primero su tarea puede elegir una película para ver esta noche!"

Valentina, emocionada por la idea, aceptó de inmediato.

"¡Eso suena genial! ¡Preparados, listos, ya!" gritó Valentina mientras comenzaba a limpiar su cuarto.

Las hermanas comenzaron a trabajar juntas, riendo y cantando mientras movían los muebles y limpiaban el suelo. A medida que avanzaba la tarde, escucharon el timbre. Era su prima Carla, que siempre tenía un carácter fuerte y a veces era grosera con su madre.

"¿Qué hacen vosotras? ¿Limpiando? ¡Qué aburrido! No tienen nada mejor que hacer", dijo Carla, con una sonrisa burlona.

Sofía y Valentina se miraron y, en lugar de pelear con su prima, decidieron ignorar su comentario.

Valentina, recordando la idea de su hermana, le dijo a Carla:

"¡Vení, Carla, te invitamos a un juego de limpieza! Cada una elegirá una tarea y quien termine primero podrá elegir un snack rico".

Carla dudó, pero el hambre la movió a aceptar.

"Está bien, pero solo porque me muero de hambre", dijo, y de repente se unió al juego.

Mientras limpiaban juntos, Sofía se dio cuenta de que tenía que encontrar una forma mejor de comunicarse en lugar de pelear con su hermana. Al terminar, las tres estaban revisando el resultado de su trabajo.

"La verdad, ¡dimos un montón de trabajo!", recordó Valentina.

"Y hasta parece que disfrutamos hacerlo", agregó Sofía.

Carla, sorprendida, dijo:

"Nunca pensé que limpiar podría ser divertido. Siempre estaba muy enojona. Creo que tengo que intentar cambiar en casa también."

Las tres chicas se fueron a la cocina, felices de haber trabajado juntas, y eligieron algunas galletitas sabor a chocolate como recompensa. Pero, al abrir la alacena, se dieron cuenta de que no quedaba nada.

"Vayamos a pedir a nuestros padres que nos ayuden a preparar algo para comer", sugirió Sofía.

Cuando llegaron a la tienda, sus padres estaban agobiados, pero al ver a las chicas ordenadas y felices, la tensión se aligeró un poco.

"¡Chicas, cómo se nota que han estado trabajando! ¡Qué bien que se están ayudando!", dijo su padre.

"Sí, papá. Y hasta la prima Carla se unió a nosotras. ¡Limpiar puede ser muy divertido!", respondió Sofía.

Desde ese día, las hermanas aprendieron a trabajar en equipo, a comunicarse mejor y a disfrutar de cada momento juntas. Tomaron la decisión de no dejar que las peleas arruinaran su relación. Además, un concepto muy importante se instaló en su mente: a los demás se les trata como te gusta que te traten a vos.

"Nunca más quiero pelear con vos", promedió Valentina.

"¡Exacto! Juntas somos fuertes y, sobre todo, ¡es mucho más divertido!", concluyó Sofía.

Y así fue como las aventuras de Sofía y Valentina dieron un giro inesperado, enseñándoles que el trabajo en equipo y el respeto son la clave para vivir en armonía, incluso con su prima grosera. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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