Las Aventuras de Tim en el Aparato Digestivo
Había una vez en el Reino de la Comida, un tomate llamado Tim. Tim era pequeño, rojo y muy aventurero. Un día, mientras disfrutaban de un radiante día soleado, Tim miró hacia el horizonte del Océano de la Comida. Allí se encontraba el misterioso Aparato Digestivo, una serie de túneles y pasadizos que prometían una aventura sin igual.
"¡Carlota! ¡Pedro! ¡¿se animan a explorar el Aparato Digestivo? !"- preguntó Tim, iluminado por la emoción.
"¡Sí!"- respondió Carlota, moviendo su verde y crujiente cuerpo entusiasmada.
"Pero, ¿no es un lugar peligroso?"- cuestionó Pedro, un poco receloso.
"No seas miedoso, Pedro. Será divertido. Además, juntos somos invencibles"- dijo Tim, sonriendo confiado.
Así, los tres amigos se lanzaron a la aventura. Al llegar a la entrada del Aparato Digestivo, se encontraron con un gran cartel que decía: “Bienvenidos al mundo interior. Atrévete a descubrir tus secretos”.
"¿Qué secretos?"- preguntó Carlota intrigada.
"¡Vamos a averiguarlo!"- exclamó Tim, y así, cruzaron la puerta más allá del cartel.
Dentro, el ambiente cambió a un lugar iluminado en colores brillantes, con caminos serpenteantes y ríos de jugos gástricos. Se adentraron en un túnel repleto de fibras y nutrientes.
"¡Mirá!"- gritó Carlota, pointing to a big wall made of fiber. "Esa es la pared de las fibras. ¡Es donde los nutrientes empiezan su aventura!"
"Veo que hay un camino hacia arriba y otro hacia abajo. ¿Cuál tomamos?"- preguntó Tim, observando ambos caminos.
Pedro, aún nervioso, optó por el de arriba:
"Tal vez el de arriba sea más seguro."
"¡Vamos!"- animó Tim, y los tres decidieron escalar.
A medida que subían, descubrieron una gran sala llena de ácidos. Era un lugar espumoso y burbujeante.
"¡Cuidado!"- gritó Carlota cuando una gota de ácido casi les cae encima.
"Esos son los ácidos que ayudan a descomponer todo!"- explicó Tim.
En medio de la aventura, notaron que el ambiente comenzó a cambiar. Se escuchaban ecos extraños que resonaban.
"Esto no me gusta nada..."- murmuró Pedro, un poco más pálido.
Pero Tim, valiente como siempre, decidió que no podían rendirse.
"No podemos volver ahora. ¡Quiero ver qué hay adelante!"- insistió. Así continuaron hasta que llegaron a un gran lago lleno de nutrientes.
"¡Es increíble!"- exclamó Carlota, maravillada. El agua brillaba y, al mirar más de cerca, podían ver cómo las pequeñas partículas de nutrientes se unían a grandes barcos de comida.
"¡Mirá!"- apuntó Tim, “¡Son los nutrientes que se preparan para ser llevados a los cuerpos! ”
Observaban cómo los nutrientes se organizaban con alegría, emocionados por su próxima misión. En ese momento, se dieron cuenta de la importancia de cada uno en el ciclo de la vida.
"¡Es un trabajo en equipo!"- dijo Pedro, comenzando a relajarse.
"Y ¡gracias a nosotros, los nutrientes llegan a donde tienen que ir!"- agregó Carlota, sonriendo.
Decidieron que era hora de regresar, aunque longevos de energía, sabían que sus aventuras debían continuar. Al salir del Aparato Digestivo, se sintieron más unidos y agradecidos por lo que cada uno representaba.
"Esta aventura fue fantástica, pero, ¿qué vamos a hacer después?"- preguntó Pedro, ya entusiasmado por la idea de más aventuras.
"Podríamos ir a aprender sobre el sistema circulatorio pronto. ¿Qué les parece?"- propuso Tim,
"¡Sí! Aún hay mucho por explorar en el cuerpo y también en el Reino de la Comida"- respondieron Carlota y Pedro al unísono.
Así, los tres amigos, más unidos que nunca, se encaminaron hacia casa, listos para planear su próxima gran aventura, sabiendo que el conocimiento los haría cada vez más fuertes y valientes. Y así, en cada rincón del Reino de la Comida, Tim, Carlota y Pedro se convirtieron en exploradores legendarios.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.