Las Aventuras del Gran Prado



En un hermoso valle rodeado de altas montañas, había un prado verde lleno de flores y risas. Allí vivía una vaca llamada Rita y un caballo llamado Tomás. Rita era muy curiosa y siempre quería aprender sobre el mundo, mientras que Tomás era juguetón y le encantaba correr por el prado.

Una mañana, mientras pastaban, Rita miró hacia las nubes que cubrían las montañas.

"Tomás, ¿no te parece que esas nubes son como un enorme algodón de azúcar?" - dijo Rita, sus ojos brillando de emoción.

"¡Sí! Pero son enormes y no podemos alcanzarlas. ¡Ojalá pudiéramos volar!" - exclamó Tomás con un relincho divertido.

Mientras tanto, un grupo de ovejas que también pastaba se acercó a los dos amigos.

"¿A dónde quieren ir?" - preguntó una oveja llamada Lucrecia, mientras se ajustaba su gorra de lana.

"¡A las nubes!" - respondió Rita, moviendo su cola alegremente.

Lucrecia rió y dijo:

"¡Eso es solo un sueño! Pero tengo otra idea. ¿Qué tal si hacemos una competencia para ver quién puede saltar más alto? Así tal vez ¡podamos tocar las nubes!" - propuso.

Todos se emocionaron ante la idea y comenzaron a prepararse para la competencia. Tomás se atragantó con un poco de hierba y dijo:

"¡Eso suena divertido! Yo estoy seguro de que puedo saltar más alto que ustedes. ¡Vamos a intentarlo!".

Picados por la emoción, comenzaron a saltar uno tras otro. Pero a medida que saltaban, se dieron cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos, nadie podía alcanzar las nubes.

"Tal vez necesitamos algo más que saltos", pensó Rita, frunciendo el ceño. Entonces le preguntó: "¿Qué tal si construimos una gran torre con piedras y flores para llegar más alto?".

Todos se pusieron manos a la obra y empezaron a recolectar piedras, palos y flores. Trabajaron juntos durante todo el día, riendo y ayudándose unos a otros, creando una torre que cada vez era más alta.

La torre se erguía majestuosamente, y cuando finalmente estuvo lista, todos los animales se quedaron observándola con asombro.

"¡Ahora sí!" - gritó Tomás lleno de felicidad.

Intentaron subir a la torre uno por uno, pero al llegar a la cima, se dieron cuenta de que todavía no podían tocar las nubes. La decepción comenzaba a apoderarse de ellos.

"Quizás deberíamos conformarnos con lo que tenemos y disfrutar el prado" - sugirió Lucrecia, con un tono quedo.

Rita, sin embargo, no se rindió. Dijo:

"No podemos rendirnos tan fácil. Tal vez no podamos alcanzar las nubes, pero sí podemos llevar un poco de alegría a los demás. ¡Hagamos un desfile!".

Todos miraron a Rita con sorpresa.

"¡Eso sí suena divertido!" - dijo Tomás, emocionado.

Comenzaron a decorar la torre con flores y a usarla como carroza para el desfile. Las ovejas, Rita y Tomás se vistieron con cintas de colores y, al ritmo de cánticos y risas, marcharon por el prado invitando a otros animales a unirse a su desfile.

Los animales del prado acudieron de todos lados: pájaros, conejos y hasta algunos ciervos. Se unieron al bullicio y juntos celebraron la vida en el valle, riendo y bailando bajo el cielo azul. La energía era contagiosa.

Al final del día, todos se sentaron juntos a observar cómo las nubes danzaban en el cielo, en un hermoso atardecer.

"Aunque no llegamos a tocarlas, no me siento triste" - confesó Lucrecia, sonriendo a sus amigos.

"Yo tampoco. ¡¡Mira cuánta diversión tuvimos juntos! !" - dijo Tomás, mirando hacia las nubes que adquirían colores anaranjados con la puesta del sol.

"Sí, y además, descubrimos que la verdadera felicidad no está en alcanzar las nubes, sino en compartir momentos con nuestros amigos" - remarcó Rita, contenta.

Así, los amigos aprendieron que a veces, los sueños pueden tomar otras formas y que lo importante es el camino recorrido y la compañía. Desde ese día, el gran prado no solo se llenó de colores, sino también de risas y alegría.

Y así, entre aventuras, juegos y bellos atardeceres, Rita y Tomás, junto con sus amigos, vivieron felices en el prado, siempre buscando nuevas formas de encontrar la magia en lo cotidiano.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!