Las Aventuras del Ratón Real



Había una vez un ratón llamado Ratón de la realeza. Vivía en un hermoso castillo, rodeado de lujo y comodidades. Su vida era muy fácil, ya que tenía a su disposición toda la comida que pudiera desear.

Sin embargo, Ratón de la realeza siempre se sentía aburrido y quería vivir aventuras emocionantes. Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, se encontró con su primo lejano, un ratón del campo llamado Ratico.

Ratico llevaba una vida muy diferente a la de Ratón de la realeza; vivía en el campo y tenía que buscar su propia comida cada día.

Ratón de la realeza invitó a Ratico a visitar el castillo para mostrarle todas las maravillas que había allí. Ratico aceptó encantado y juntos entraron sigilosamente al castillo por una pequeña rendija en la pared. Una vez dentro del castillo, los dos ratones quedaron maravillados ante tanta opulencia.

Había mesas llenas de queso exquisito, jamones apetitosos y pasteles deliciosos. Los dos primos no podían creer su buena fortuna. Sin pensarlo dos veces, comenzaron a comer vorazmente todo lo que encontraban a su paso.

Se llenaron tanto el estómago que empezaron a rodar como pelotas por el enorme salón principal del castillo.

Pero justo cuando estaban disfrutando al máximo de su festín improvisado, escucharon un ruido siniestro proveniente de uno de los rincones oscuros del salón: ¡era un gato! - ¡Ay no! ¡Un gato! -exclamó Ratón de la realeza, asustado. - Tranquilo primo, mantén la calma. Si nos quedamos quietos, tal vez no nos vea -dijo Ratico tratando de tranquilizarlo.

Los dos ratones se escondieron detrás de una pila de cojines y contuvieron la respiración mientras el gato rondaba por el salón. El corazón les latía fuertemente y tenían miedo de ser descubiertos. El gato olfateó el aire pero no logró encontrar a los intrusos.

Después de un rato, decidió marcharse en busca de otra presa más fácil. Ratón de la realeza y Ratico suspiraron aliviados y se dieron cuenta del peligro que habían corrido por su imprudencia.

A partir de ese momento, decidieron que ya era hora de cambiar su actitud y valorar lo que tenían en sus vidas. Ratón de la realeza comprendió que su vida lujosa no le brindaba verdadera felicidad. Valoraba ahora las cosas simples y aprendió a apreciar cada pequeño detalle.

Por otro lado, Ratico entendió que siempre había algo nuevo por descubrir si uno está dispuesto a aventurarse un poco más allá. Ambos ratones se hicieron amigos inseparables y prometieron cuidarse mutuamente.

Ratón de la realeza comenzó a visitar al campo con frecuencia para disfrutar del aire fresco y compartir momentos especiales con su querido primo Ratico.

Y así fue como Ratón de la realeza aprendió una gran lección: no importa cuán lujosa sea tu vida, siempre es importante valorar las cosas simples y estar dispuesto a aventurarse en busca de nuevas experiencias. Y junto a Ratico, vivieron muchas más aventuras emocionantes, pero siempre recordando que la verdadera riqueza se encuentra en la amistad y el amor.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!