Las Aventuras Diarias de Edesmith
Era un día soleado en el pintoresco pueblo de Colores Brillantes, donde vivía Edesmith, un niño lleno de energía y curiosidad. Edesmith era un pequeño inventor que siempre soñaba con crear cosas nuevas. Cada mañana, se despertaba con una idea fresca en su mente.
"¡Hoy voy a construir un cohete!" - se dijo emocionado mientras saltaba de la cama.
Con un pequeño taller en su garaje, Edesmith comenzó a reunir materiales: cartones, botellas de plástico y un montón de cintas adhesivas. Al poco tiempo, sus amigos Lucas y Sofía llegaron a ayudarlo.
"¿De qué se trata esta vez, Edesmith?" - preguntó Lucas, viendo el desorden de piezas y herramientas.
"Voy a hacer un cohete que nos lleve a las estrellas!" - respondió Edesmith con una sonrisa orgullosa.
Sofía, siempre práctica, lo miró con escepticismo.
"Pero Edesmith, los cohetes necesitan motores muy potentes, no podés volar a las estrellas con cartón y pegamento."
"¡No te preocupes!" - afirmó Edesmith. "Voy a encontrar una manera. ¡Nada es imposible!"
Después de muchas horas de trabajo en equipo, lograron armar un pequeño cohete. Era colorido y tenía dibujos divertidos en su exterior. Sin embargo, antes de lanzarlo, Edesmith decidió que sería mejor probarlo en el aire.
"Vamos a lanzarlo en el parque, ¿les parece?" - sugirió.
"¡Sí!" - gritaron Lucas y Sofía al unísono, emocionados.
Llegaron al parque, donde se encontraron con otros niños que también estaban jugando. Al ver el cohete, se acercaron curiosos.
"¿Qué es eso?" - preguntó una niña de cabello rizado.
"¡Es un cohete que hice yo! Lo voy a lanzar!" - dijo Edesmith con orgullo.
Todos se agruparon alrededor, conteniendo la respiración. Edesmith tomó un respiro profundo y empujó el cohete con todas sus fuerzas.
"¡3, 2, 1, lanzamiento!" - contó Lucas.
El cohete voló alto, pero en el último momento, cuando todos estaban aplaudiendo, se desintegró en el aire, dejando caer una lluvia de papelitos de colores.
La multitud quedó en silencio por un instante, mientras los papelitos caían como hojas de otoño.
"¡Ohhh!" - exclamó Sofía, sorprendida.
"Parece que no funcionó como esperaba..." - susurró Edesmith, un poco desanimado.
Pero un niño del grupo, que no había hablado hasta entonces, se acercó.
"Fue genial, Edesmith! ¡El espectáculo fue increíble!" - dijo con ojos brillantes. "¿Sabés qué? Creo que fue mucho más divertido que un cohete que sube y sube. ¡Fuiste muy creativo!"
Con una sonrisa, Edesmith se dio cuenta de que había hecho a otros felices, incluso si su cohete no llegó a las estrellas. Al pensar en ello, comenzó a sonreír de nuevo.
"Gracias, amigo! Tal vez debería hacer un cohete que llueva papelitos todos los días!" - se rió Edesmith.
Así que, decidió hacer otra versión de su cohete. Esta vez, iba a ser un cohete lleno de colores y sorpresas, algo que hiciera reír a todos. Con la ayuda de sus amigos, pasaron la tarde trabajando en esta nueva y divertida idea.
Edesmith aprendió que a veces las cosas no salen como uno espera, pero eso no significa que no puedan ser especiales de otra manera. Al final del día, se dio cuenta de que lo que realmente importaba era la creatividad, la diversión y, sobre todo, compartir momentos junto a sus amigos.
"¡Hasta mañana, voy a hacer un cohete aún mejor!" - gritó Edesmith mientras salía del parque, dejando atrás la lluvia de papelitos de colores que había traído felicidad a aquel día.
Y así, con cada nueva aventura, Edesmith continuó creando y explorando, siempre recordando que el camino hacia las estrellas está lleno de sorpresas, y a veces esas sorpresas son las más maravillosas de todas.
FIN.