Las Aventuras Emocionales de Matías



Era un martes soleado en la escuela “Los Peques”, donde Matías, un niño de siete años, se preparaba para otro día de aprendizaje. Matías tenía un gran corazón, pero sus emociones a veces lo sobrepasaban. Llanto y enojo eran sus compañeros constantes.

Cuando llegó a clase, su profesora, la señorita Ana, les dijo: "Hoy vamos a aprender sobre las emociones. Cada una es importante y tiene algo que contarnos"-. Matías no entendía por qué era importante hablar de emociones. Para él, eran un gran problema.

Al poco tiempo, su compañera Lila le pidió prestada su regla. Matías la miró con tristeza. "¡Pero es MI regla!"-, respondió con un tono de queja. Lila se sintió mal y le dijo: "Yo solo quería usarla un momento"-.

Matías sintió cómo su enojo comenzaba a subir, pero la señorita Ana se acercó y le dijo: "Matías, puedes usar tus palabras, ¿por qué no intentas decirle cómo te sientes?"-

Sin saber qué responder, Matías se cruzó de brazos y pensó que no quería hablar. En ese momento, el monstruo de la ira se apoderó de él.

Esa misma mañana, Matías encontró un rincón de la sala y decidió llorar a escondidas. Pero no es fácil esconder las lágrimas. La señorita Ana lo vio y le preguntó: "¿Qué te pasa, Matías?"- . A lo que él contestó entre llantos: "¡No puedo controlarme, siempre me enojo!"-

La señorita Ana, con una sonrisa amable, respondió: "Las emociones son como colores. Algunas son suaves como el azul y otras intensas como el rojo. Aprender a mezclar esos colores es lo que nos hace buenos artistas de nuestras emociones"-.

Matías miró a la maestra y con curiosidad preguntó: "¿Y cómo hago eso?"- La señorita Ana sonrió y le explicó: "Con un poco de práctica. Vamos a hacer un juego. Cada vez que sientas que una emoción muy fuerte llega, vamos a usar una tarjeta de colores para expresarlo"-.

Así, la señorita repartió tarjetas de color a cada niño. Azul para la tristeza, rojo para la ira, amarillo para la alegría y verde para la calma. Matías sintió un poco de esperanza al escuchar eso.

Al día siguiente, cuando su amigo Sofía le dijo que no quería jugar con él, Matías sintió que su rostro se encendía como un semáforo en rojo. Pero recordó la tarjeta roja que tenía guardada en su mochila. En lugar de gritar o llorar, se acercó y dijo: "Sofía, me siento enojado porque quería jugar juntos"-.

Sofía lo miró sorprendida y respondió: "No quise hacerte sentir mal, solo estaba cansada"-. Matías se dio cuenta de que podía hablar de sus sentimientos. ¡Era un gran paso!

A medida que pasaron los días, Matías se volvía más valiente. A veces fallaba, como en esa ocasión cuando tuvo un mal día y rompió su dibujo de arte porque no le salió como quería.

"¡Soy un desastre!"-, gritó, llenándose de lágrimas. La señorita Ana se acercó, "¿Qué color estás sintiendo ahora, Matías?"-

"Negro" - dijo él, con la mirada baja.

"Entiendo. Pero ¿sabés algo? En la pintura, el negro puede hacerlo todo más profundo, puede ser un gran color para empezar de nuevo"- le dijo, mientras le ofrecía una hoja nueva.

Matías sonrió entonces y decidió intentarlo de nuevo. Así aprendió que las emociones no lo definían, sino cómo reaccionaba ante ellas. Con cada emergencia emocional, su corazón se volvía un poco más fuerte.

Pasaron las semanas y el aula se llenó de colores, risas y mucha empatía. A veces, Matías aún se enojaba o lloraba, pero ahora sabía que podía ponerle nombre a lo que sentía y compartirlo con los demás. Cada compañero de clase también sintió que podían hacerlo, mientras daban vida a sus emociones con colores.

Y así, con el tiempo, Matías aprendió que tener emociones no es debilidad, sino una herramienta poderosa que podía usar para crecer y ayudar a otros. Su viaje emocional lo llenaba de valentía y amor por su propio mundo interior.

Al finalizar el año, la señorita Ana organizó una exposición de arte donde todos los niños mostraron sus dibujos que reflejaban sus emociones. Matías expuso su obra maestra: un hermoso sol amarillo con nubes azules y un arcoíris.

"¡Este es el mapa de mis emociones!"- decía orgulloso mientras sonreía a todos sus compañeros.

Y así, en el aula “Los Peques”, Matías se convirtió en un pequeño artista que aprendió a dibujar su mundo interior, combinando cada emoción con los colores de su querido corazón.

FIN.

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