Las Aventuras en el Arroyo Misionero



Era un día soleado en la selva misionera. Sofía, la más pequeña de tres hermanas, corría emocionada junto a Eliana y Camila. "¡Apresúrense! No quiero perderme la diversión en el arroyo!"- gritó Sofía, con su cabello enredado y una sonrisa de oreja a oreja.

Eliana, que siempre cuidaba de sus hermanas, respondió: "Tranquila, Sofi. Vamos a encontrar un lugar perfecto para jugar. Recuerda que tenemos que tener cuidado con las piedras resbaladizas."

Camila, la mayor, sonrió mientras le daba la mano a Sofía: "Y también tenemos que escuchar a la naturaleza. Si algún pájaro canta diferente, es que algo está pasando."

Las tres hermanas llegaron al arroyo, donde el agua clara y fresca corría entre las piedras. Sofía soltó la mano de Camila y corrió hacia el agua, pero de repente se detuvo. "Miren eso!"- exclamó, señalando una sombra en el fondo del arroyo. Era un pez muy grande y colorido que nadaba ágilmente entre las plantas acuáticas.

"¡Wow! Nunca vi uno así!"- dijo Sofía, con los ojos muy abiertos. Pero Eliana recordó algo:

"Sofi, no te acerques demasiado al borde. Recuerda lo que mamá dijo sobre la seguridad."

Sin embargo, la curiosidad fue más fuerte y Sofía se acercó un poco más. De repente, el agua salpicó y un buen trozo de barro la hizo resbalar. "¡Ay!"- gritó mientras Caía adentro.

Eliana y Camila se lanzaron al agua para ayudarla.

"¿Estás bien?"- preguntó Camila, mientras la levantaban. Sofía, empapada pero riéndose, contestó:

"¡Fui yo! ¡Estuvo buenísimo!"- mientras se sacudía el barro de su vestido.

Entre risas decidieron construir una pequeña balsa con las ramas y hojas caídas de los árboles. Trabajando juntas, comenzaron a juntar materiales. "Yo tengo una idea, ¿y si hacemos una vela con la hoja de ese árbol?"- propuso Eliana.

Las hermanas se pusieron manos a la obra, y mientras construían, escucharon un canto triste. "¿Escucharon eso?"- dijo Camila. "Vamos a investigar."

Siguiendo el sonido, descubrieron un pequeño loro atrapado en unas ramas espinosas.

"¡Pobre! Debe estar asustado!"- exclamó Sofía. –"Sólo quiere volver a volar."

"Tengo que ayudarlo"- se dijo Eliana mientras se acercaba con cuidado. Con delicadeza, empezó a desenredar las ramas que atrapaban al loro.

El ave, al estar libre, voló en círculos sobre las cabezas de las hermanas antes de desaparecer entre los árboles. "¡Lo hicimos!"- dijo Sofía, llena de alegría.

"Sí, y eso fue maravilloso. La naturaleza nos necesita, así como nosotras nos necesitamos entre nosotras"- reflexionó Camila.

De regreso al arroyo, las hermanas continuaron jugando. Luego de un rato, Sofía encontró un pequeño trozo de madera flotante. "¡Miren, podemos usarlo como remo!"- exclamó.

Y así, empezaron a remar en su balsa improvisada, riéndose y disfrutando del momento. La tarde pasaba rápidamente, y el sol comenzaba a ocultarse. "Voy a extrañar este lugar"- dijo Sofía con un suspiro.

"Nos llevaremos el recuerdo de este día"- contestó Camila. "Y siempre podemos volver. La naturaleza es nuestra amiga, y siempre nos acogera."

Al final del día, las tres hermanas regresaron a casa, llenas de barro y sonrisas, con la promesa de volver al arroyo y explorar más de las maravillas que la selva misionera tenía para ofrecer.

FIN.

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