Las Aventuras en Son Sastre



Nicolás y Pablo eran dos hermanos que vivían en una enorme casa llamada Son Sastre. Esta casa no solo era grande, sino que también estaba llena de sorpresas: un jardín enorme con árboles frutales, una biblioteca repleta de libros y hasta una habitación secreta detrás de una estantería. Los dos niños pasaban horas explorando cada rincón, imaginando historias fantásticas.

Un día, mientras jugaban a ser piratas en el jardín, Nicolás sugirió:

"¡Che, Pablo! ¿Y si buscamos un tesoro escondido? ¡Podríamos ser piratas de verdad!"

"¡Sí! ¡Eso suena genial! Vamos a buscar pistas en la biblioteca", respondió Pablo, emocionado.

Ambos se dirigieron a la biblioteca, donde comenzaron a leer libros sobre tesoros ocultos. En uno de ellos, encontraron un mapa antiguo con un mensaje: "El tesoro se encuentra donde la sombra del sauce toca el agua en el atardecer". Intrigados, decidieron seguir las pistas del mapa.

Después de varias horas de búsqueda, los hermanos salieron al jardín y encontraron un sauce viejo, justo al borde de su estanque. La sombra del sauce, al caer el sol, parecía caer sobre el agua.

"¡Mirá! ¡Es ahí!" gritó Nicolás.

"¡Cavemos!", dijo Pablo, llenos de expectativas.

Con palas en mano, comenzaron a cavar, y después de un rato, golpearon algo duro. Francisco, su perro, se acercó curioso y comenzó a ladrar.

"¡What es eso!", exclamó Pablo.

"¡Vamos a verlo!", respondió Nicolás.

Después de despejar la tierra, sacaron una vieja caja de madera. Estaba cubierta de tierra y, aunque un poco manchada, parecía muy especial. Entre risas y gritos de alegría abrieron la caja y ¡sorpresa! dentro había una serie de cartas y fotografías antiguas de su familia, incluyendo un diario de su abuelo.

"¡No es un tesoro de oro!", dijo Pablo, un poco decepcionado.

"Pero son tesoros de recuerdos. ¡Mirá cuántas aventuras vivieron ellos!", dijo Nicolás, abriendo el diario.

Mientras leían, se dieron cuenta que sus abuelos habían sido cazadores de tesoros también, pero en lugar de buscar riquezas materiales, buscaban momentos y experiencias. Se dieron cuenta de que el verdadero tesoro eran las historias que habían vivido.

"Quizás no tengamos oro, pero tenemos un montón de historias que contar", dijo Pablo sonriendo.

"Debemos hacer nuestra propia historia, ¡como lo hicieron ellos!", propuso Nicolás.

Y así, decidieron que no solo buscarían tesoros escondidos, sino que también empezarían a crear sus propias aventuras, escribiendo en su propio diario todo lo que vivieran en Son Sastre. Cada día sería una nueva página, cada juego una nueva historia.

Desde entonces, cada tarde, Nicolás y Pablo exploraban su casa y jardín, hacían teatro en el patio, preparaban recetas inventadas en la cocina y organizaban búsquedas del tesoro entre amigos. Cuando regresaban, escribían en su diario sobre las risas, las sorpresas y las cosas que habían aprendido.

Y así, Son Sastre se llenó de sonidos de alegría y unos relatos que sus hijos y nietos podrían heredar un día.

Con el tiempo, los hermanos aprendieron que las aventuras no solo se encuentran en lugares lejanos, sino que pueden estar en su propia casa y en su imaginación.

"El verdadero tesoro está en las historias que vivimos y compartimos", decía siempre Nicolás.

"¡Sí! ¡Copy!", respondía Pablo cada vez, feliz por tener a su hermano con quien vivir estas aventuras.

Y con cada día que pasaba, el diario de Son Sastre se llenaba más y más de tesoros: risas, aprendizajes, y sobre todo, muchas historias que contar.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!