Las Aventuras Espaciales de Ryan y Franchesca



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires y los hermanos Ryan y Franchesca estaban emocionados por su próxima aventura. Décadas atrás, habían encontrado un viejo telescopio en el desván de sus abuelos, y desde entonces, soñaban con explorar los misterios del espacio exterior.

"¿Estás lista para descubrir planetas nuevos, Franchesca?" - preguntó Ryan con una gran sonrisa.

"¡Por supuesto! Pero primero, ¡un chiste! ¿Por qué los planetas no tienen amigos?" - dijo Franchesca con una mirada traviesa.

"No sé, ¿por qué?" - respondió Ryan.

"¡Porque siempre están en órbita!" - rió Franchesca, y los dos comenzaron a reírse, llenando la habitación con alegría.

Con su telescopio y una mochila llena de provisiones, decidieron que hoy era el día perfecto para pensar en grande. Se acomodaron en su terraza, mirando hacia el cielo, y cerraron los ojos para imaginar. De repente, un destello de luz brilló y una nube de polvo estelar los rodeó, ¡estaban viajando al espacio!

Cuando abrieron los ojos, se encontraron en un colorido planeta llamado Zorbania. Las plantas eran de colores vivos y los animales eran bastante inusuales. Un pequeño zorbó, que tenía alas y un cuerpo esponjoso, se acercó a ellos.

"¡Hola, viajeros! Bienvenidos a Zorbania. Soy Zorby, el guardián de las risas. Aquí en Zorbania, necesitamos tu ayuda para recuperar la risa perdida de nuestro planeta" - explicó el zorbó.

"¡Pero qué pasó!" - preguntó Ryan, intrigado.

"Un día, el Rey de la Tristeza lanzó un hechizo que robó todas nuestras risas. Si no recuperamos la risa pronto, Zorbania se marchitará" - contestó Zorby, con sus ojos grandes y preocupados.

Franchesca y Ryan se miraron y supieron que debían ayudar al pequeño zorbó. Comenzaron a pensar en ideas divertidas que pudieran hacer reír a todos.

"¡Podemos contar chistes!" - sugirió Franchesca emocionada.

"¡O hacer trucos de magia!" - añadió Ryan.

Los tres se pusieron a trabajar. Al principio, la gente de Zorbania pareció escéptica, pero pronto, los chistes y trucos de magia empezaron a hacer eco. Un zorbiano viejo rió tanto que hizo un estallido de burbujas de colores por todo el aire.

"¡Funciona!" - gritó Zorby, danzando de felicidad.

Sin embargo, su alegría fue interrumpida por la llegada del Rey de la Tristeza, quien no estaba contento con el ruido.

"¡Silencio! No hay lugar para la risa aquí!" - exclamó con voz profunda y seria.

Ryan, sin pensarlo dos veces, se acercó al Rey.

"Su majestad, ¿alguna vez ha probado un chiste?" - preguntó con una sonrisa.

El Rey de la Tristeza frunció el ceño, pero la curiosidad brilló en sus ojos.

"No, nunca he escuchado uno" - contestó, más confundido que enojado.

"Entonces, permítame compartir uno" - dijo Ryan, y comenzó a contar un chiste que había aprendido de su mamá.

"¿Cómo se llama un boomerang que no vuelve? ¡Un palo!"

Todo Zorbania estalló en carcajadas. El Rey se quedó en silencio, pero al ver la alegría de su pueblo, comenzó a sonreír por primera vez en mucho tiempo.

"Quizás, un poco de risa no sería tan malo" - murmuró, y los zorbianos comenzaron a rodearlo, ofreciéndole más chistes.

"¡Ven, Rey! ¡Te contamos uno!" - le dijeron, y el ambiente se llenó nuevamente de risas.

Poco a poco, el Rey de la Tristeza se convirtió en el Rey de la Alegría. Zorbania volvió a florecer y las risas regresaron al planeta.

Con el corazón contento, Ryan y Franchesca se despidieron de sus nuevos amigos y prometieron regresar.

"Recuerden, siempre es buen momento para reír y contar un chiste!" - dijo Ryan mientras el zorbó les decía adiós con su mano. Y en un abrir y cerrar de ojos, los hermanos volvieron a su terraza en Buenos Aires, riendo y felices por la mágica aventura que habían tenido.

"¡Qué increíble, Ryan! ¡No puedo esperar para contarle todo a mamá!" - exclamó Franchesca.

"Sí, y pensar que todo empezó con un simple chiste" - respondió Ryan, sonriendo ampliamente mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Y así, todos los días, los hermanos celebraban la risa, porque sabían que a veces, la alegría podía cambiar el mundo, incluso el de un pequeño planeta lejano.

FIN.

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