Las Aventuras Estelares de María y Jacinta
Era una mañana brillante en el barrio de Villa Estrella. María y Jacinta estaban sentadas en el jardín, con sus miradas perdidas en el cielo azul. Desde pequeñas, soñaban con las estrellas y los planetas, y siempre hablaban de cómo sería explorar el espacio.
"Imaginate que tenemos nuestra propia nave espacial", dijo María, levantando las manos como si estuviera volando. "Podríamos visitar Marte y tener un picnic en la superficie... ¡justo como lo soñé anoche!".
"Y yo podría ser la comandante", respondió Jacinta con una sonrisa pícara. "Te diré a dónde ir y ¡tendremos a los extraterrestres bailando con nosotras!".
Ambas rieron y, mientras lo hacían, una mariposa azul brillante pasó volando. Decidieron seguirla, pensando que podría llevarlas a un lugar especial. La mariposa voló y voló, llevándolas a un claro que nunca antes habían visto.
En el centro del claro, encontraron una extraña nave en miniatura, cubierta de hojas y flores.
"¿Qué es esto?", preguntó María, asombrada.
"Parece una nave espacial", dijo Jacinta, acercándose con curiosidad. "¿Crees que funciona?".
Sin pensarlo mucho, María tocó un botón que encontró en la nave. De repente, la nave cobró vida, brillando con luces de colores y creando un suave zumbido.
"¡Mirá!", gritó Jacinta, con los ojos iluminados.
"¡Vamos a probarla! ¿Quién sabe a dónde nos llevará?".
Ambas se metieron en la nave. Mientras se acomodaban, las luces parpadearon y, antes de que pudieran parpadear, ¡se sintieron elevarse por el aire! La nave comenzó a despegar hacia el cielo como un cohete, y el suelo se alejó rápidamente.
"¡Esto es increíble!", exclamó María, con una risa de puro júbilo.
"¡Agarra un buen lugar, que estamos rumbo a la luna!".
Cuando la nave llegó a la luna, se encontraron con un paisaje asombroso: montañas plateadas y mares de polvo oscuro. Con entusiasmo, decidieron salir a explorar. Se pusieron trajes espaciales que había en la nave y saltaron hacia el suelo lunar.
"¡Mirá el salto que puedo hacer!", gritó Jacinta, mientras brincaba en la baja gravedad.
"¡Es como estar en un trampolín gigante!", agregó María, tratando de hacer piruetas.
De repente, una sombra se cernió sobre ellas. Miraron hacia arriba y vieron un enorme extraterrestre verde.
"¡No corran!", dijo el extraterrestre con voz profunda, "No les haré daño. Solo quería ver quién invadía mi hogar".
Las chicas, un poco asustadas, se detuvieron.
"¡Hola!", saludó Jacinta, educadamente. "Solo estábamos explorando. Nos llamamos María y Jacinta".
"Soy Zog", respondió el extraterrestre, "y los visitantes son geniales, pero nunca había visto a humanos. ¿Por qué están aquí?".
María, entusiasmada, respondió:
"Venimos a descubrir el cosmos y vivir aventuras. ¿Quieres unirte a nosotras?".
—"Claro" , dijo Zog con una sonrisa. "Tengo mucho que enseñaros".
Zog llevó a las chicas a un viaje a través del sistema solar. Vieron las anillas de Saturno, jugaron en el viento fuerte de Urano y exploraron los volcanes de Venus. En cada planeta, Zog explicaba las maravillas y curiosidades de cada uno.
Pero luego, en un giro inesperado, una luz brillante apareció en el cielo.
"¿Qué es eso?", preguntó María, mirando la luz que se acercaba rápidamente.
"Parece que hay otros extraterrestres en camino", explicó Zog con preocupación. "Debemos irnos antes de que haya problemas".
Sin pensarlo, las chicas saltaron de vuelta a la nave mientras Zog les ayudaba a despegar rapidamente. Volaron justo a tiempo, dejando atrás a los alienígenas curiosos.
"¡Eso fue emocionante!", gritó Jacinta, justo cuando aterrizaron de vuelta en el claro, donde había comenzado todo.
"¡Sí! ¡Vimos tantas cosas increíbles!",
respondió María, mirando hacia Zog.
"Gracias por llevarnos en esta aventura, Zog. No lo olvidaremos nunca".
"Los humanos son valientes y curiosos. Siempre pueden volver si desean más aventuras", respondió Zog, antes de volar de regreso a su hogar.
Las chicas sonrieron y miraron hacia el cielo estrellado.
"¿Qué te parece, Jacinta?", preguntó María. "¿Crees que hay más naves por ahí?".
"¡Seguramente!", replicó Jacinta, emocionada. "Y siempre estará la luna esperando por nosotras".
Con esos pensamientos, las amigas regresaron a casa, alimentadas de sueños y deseos de seguir explorando el universo, y con la certeza de que la aventura nunca termina si uno siempre está dispuesto a aprender y descubrir.
Y así, con el corazón lleno de estrellas, María y Jacinta siguieron soñando, dispuestas a conquistar el espacio una aventura a la vez.
FIN.