Las aventuras mágicas de Ruffino y el abuelo Jorge
En un pequeño y colorido pueblo, vivía un bisabuelo muy especial, el abuelo Jorge. Era conocido por todos como un abuelo genial, mágico y un poquito loco. Tenía un taller repleto de herramientas, gomitas, aceites quemados y, por supuesto, un sinfín de inventos raros. Su mejor compañero en esta aventura era su bisnieto Ruffino, un niño lleno de curiosidad y energía.
Cada tarde, Ruffino llegaba a la casa del abuelo Jorge ansioso por descubrir qué nueva maravilla habían creado juntos.
"¡Abuelo! ¿Qué vamos a hacer hoy?" - preguntó Ruffino, mientras se subía a la mesa de trabajo.
"¡Hoy vamos a construir un cohete que funcione con goma de mascar y aceite quemado!" - respondió el abuelo, sus ojos brillando de emoción.
Ruffino se emocionó al escuchar la idea y comenzó a buscar todos los materiales. Juntos, cortaron, pegaron y llenaron el cohete de cosas raras que encontraban por el taller. Mientras trabajaban, la abuela Papá, la fiel compañera del abuelo Jorge, entró a la habitación.
"¿Qué están haciendo, locos?" - preguntó con una sonrisa en el rostro.
"¡Vamos a volar al espacio con nuestro cohete!" - dijo Ruffino mientras mostraba su creación.
"¡Eso me encanta! Pero no olviden atar las tuercas con gomitas, así no se les cae nada en el camino" - aconsejó la abuela, con una mezcla de seriedad y cariño.
Con la ayuda de la abuela, terminaron el cohete y decidieron llevarlo al parque. Una vez allí, Ruffino y el abuelo Jorge apuntaron al cielo.
"¡Tres, dos, uno, ¡despegue!" - gritó Ruffino.
Y con un empujón, el cohete se lanzó, dejando una nube de olor a goma y aceite quemado. Pero en vez de ir hacia el cielo, el cohete hizo un giro inesperado y se metió dentro de una cueva cercana. ¡Oh no!"¡Ruffino, debemos ir a buscarlo!" - exclamó el abuelo, mientras comenzaban a recorrer la cueva.
Al entrar, encontraron un lugar lleno de piedras brillantes y misteriosas sombras.
"¿Viste eso, abuelo? ¡Es como otro mundo!" - dijo Ruffino asombrado.
"Exactamente, hijo. La curiosidad siempre nos llevará a los lugares más sorprendentes" - respondió el abuelo, entusiasmado.
Mientras exploraban, oyeron un sonido extraño y descubrieron que era una pequeña criatura que necesitaba ayuda. Tenía un ala rota y no podía volar.
"¡Debemos ayudarla!" - sugirió Ruffino.
"Tienes razón, pero necesitaré un poco de goma y aceite quemado para repararla" - contestó el abuelo.
Juntos, hicieron una pequeña venda con goma y aplicaron un poco de aceite quemado para que el ala quedara fija. La criatura, después de un rato, movió su ala, y con un gran aleteo, les dio las gracias.
"¡Lo lograste, abuelo! ¡Y yo también!" - dijo Ruffino emocionado.
"Siempre juntos, haciendo magia, hijo" - sonrió el abuelo, mientras la criatura volaba alegremente hacia la luz.
Finalmente, regresaron a casa no solo con el recuerdo de su aventura, sino con la satisfacción de haber ayudado a alguien en el camino.
Un día más se había pasado en la vida mágica del abuelo Jorge y Ruffino, recordando que lo importante no es solo crear cosas, sino cuidar de los demás y vivir las aventuras con amor y alegría.
Y así, cada tarde, el taller del abuelo se llenaba de risas, magia y muchos inventos más que los llevarían a ser parte de historias por siempre.
La abuela Papá miraba desde la puerta, feliz de ver que su familia siempre hacía lo que más amaba: juntos, creando un mundo mejor.
FIN.