Las Aventuras Numéricas de Lía y Tomás



En un pequeño pueblo, donde el sol siempre brilla y las risas son contagiosas, vivían dos amigos inseparables: Lía y Tomás. Un día, mientras jugaban en el jardín, Lía encontró una bolsa llena de monedas nacionales, brillando bajo el sol como estrellas.

"¡Mirá, Tomás! ¡Un tesoro!", exclamó Lía, sosteniendo la bolsa con fuerza.

Tomás se acercó rápidamente, sus ojos deslumbrados por el brillo de las monedas.

"¿Qué hacemos con todas estas monedas?", preguntó con curiosidad.

Lía, que siempre tenía una idea divertida, sonrió y dijo:

"Podríamos jugar a ordenar los números del 0 al 100 usando las monedas. ¡Sería divertidísimo!"

Tomás aplaudió emocionado.

"¡Sí! ¡Vamos a hacerlo!"

Rápidamente, los amigos se sentaron en la mesa del jardín y comenzaron a sacar las monedas de la bolsa. Contaron las monedas y se dieron cuenta de que tenían todas las denominaciones: desde 1, 5, 10, 25, hasta los billetes de 100.

"Podemos empezar con las de menor valor", sugirió Lía, poniendo las monedas de 1 y 5 en una fila.

"Así se verá más ordenado."

Mientras iban ordenando las monedas por valor, comenzaron a contar en voz alta.

"Uno... dos... tres...", decían mientras alineaban las monedas.

De repente, Tomás tuvo una idea brillante.

"¿Y si competimos para ver quién puede encontrar primero el número mayor?"

Lía rió.

"¡Me encanta! Pero también debemos ordenar las monedas de mayor a menor después, así veremos quién es más rápido."

Los amigos comenzaron a buscar las monedas con rapidez. Tomás encontró una de 100 y levantó sus brazos en señal de victoria.

"¡Yo gané! Soy el rey de los números grandes."

Lía, que estaba buscando minuciosamente entre las monedas, se dio cuenta de que había un truco que podía usar.

"No te pongas tan seguro, Tomás. ¡Mirá esto!"

Tomás giró su cabeza y vio cómo Lía estaba alineando las monedas de mayor a menor.

"¡Eso no vale! ¡Yo sólo estaba ordenando de menor a mayor!"

"Bueno, bueno, así es el juego. ¡Vamos a hacer las dos cosas a la vez!"

Los amigos se esforzaron al máximo, riendo y gritando cada vez que encontraban una nueva moneda. Pero algo inesperado pasó: una ráfaga de viento sopló y voló algunas monedas de la mesa.

"¡No!", gritó Lía, mientras corría tras unas monedas que se escapaban.

Tomás también se unió a la carrera.

"¡Atrápalas, Lía! ¡No dejes que se escapen!"

Mientras corrían, uno de los gatos del vecindario, llamado Cato, se unió a la diversión persiguiendo las monedas. Lía y Tomás se miraron y rieron despreocupadamente al ver a su amigo animal saltar y revolotear.

"¡Cato es parte del juego ahora!", dijo Tomás, sosteniendo una moneda en alto.

Al final, lograron juntar todas las monedas y regresaron a la mesa, agotados pero felices.

"¡Mirá cuántas tenemos!", dijo Lía, emocionada.

"Nunca pensé que ordenar y comparar números podría ser tan divertido."

"Sí, y no olvidemos a nuestro compañero, Cato, que nos ayudó a correr. ¿Qué tal si celebramos organizando una fiesta con nuestras monedas como entrada?" propuso Tomás.

"¡Una fiesta numérica! ¡Genial!", exclamó Lía.

Con eso, los dos amigos se pusieron a trabajar, organizando cada moneda en su respectivo grupo, de menor a mayor y viceversa. Pronto se llenó el patio de risas, juegos y aprender divertidos sobre los números.

Así, Lía y Tomás no solo aprendieron sobre comparar y ordenar números del 0 al 100, sino también que juntos podían hacer que cualquier tarea se convirtiera en una emocionante aventura llena de risas y diversión.

FIN.

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